Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 24

—Mujeres: ¡Romped las cadenas y los yugos de siempre! Normal, debe ser normal, continuaba afirmando o afirmándome, en busca de no sé qué. ¿Normal? Como normal es que las reacciones no se hicieran esperar: —¿Pero nadie va a azotar a esta puta? —¿De qué cuadra se ha escapado esta perra? —¿Es que la fusta de tu AMO es de mantequilla? —¿Algún AMO le ha soltado el collar a esta zorra? Por suerte, aquellas respuestas incomprensibles me hicieron recordar el antiguo dicho Ver, oír y callar. Y eso es, precisamente, lo que intenté hacer desde la metedura de pata de la insumisión, aunque me quedé con las ganas de saber por qué siempre insultaban de la misma forma y, sobre todo, qué significaban esas expresiones tan raras sobre cuadras, fustas de mantequilla, perras y collares... Es cierto que vi, oí y callé, pero eso no quiere decir que me adaptase a todo. Entre otras razones porque los kamikazes sólo me producían carcajadas. La verdad es que cada vez que aparecían, me despertaban una especie de risilla quinceañera porque no podía evitar imaginármelos con menos de veinte años y cargados de tal cantidad de testosterona que, probablemente, necesitarían teclear con una mano y masturbarse con la otra, en busca de un orgánico y necesario reciclaje tan lácteo como liberador para sus hormonas. Otras veces, también los visualizaba jugando a creerse dueños —o mejor DUEÑOS—, de una situación que sólo vivían en su imaginación; en concreto, la de tener a una mujer en el tiempo, en el momento, y para lo que a ellos se le antojase. Conclusión, me dije: ¡Que ninguno se come ni una miga en la vida real! Reconozco que en algún momento puntual, sobre todo al segundo día de chatear o cuando ya me vi con más soltura para combinar ventanas, cierres, ojos y dedos, me reí de lo lindo gastando bromas, bien retadoras y del tipo Ah, ¿si?, ¿y me vas a pegar con el chupete, chiquitín?, o bien mofas tan ofensivas como sus saludos: cuando quiera follar no dudes que lo haré, pero ten por seguro que no será contigo. Algunas veces, hasta me atrevía a decirles más, más, más, más... Total: nadie hacía daño a nadie porque todo quedaba en casa, bueno, mejor dicho, en la soledad o sole-chat de una imaginaria, y a la vez real, sala de Amos y sumisas del chat de Wanadoo. Sole-chat... Sole-chat... Sole-chat repleta de insultos, fanfarronadas y descripciones