Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 185
Creo que debía de estar medio dormida cuando me sorprendió un ruido de
chatarra. Abrí los ojos, y esta vez más que nunca, Amélie me pareció un ángel que
hacía malabares intentando abrir el cerrojo de mi jaula con una inmensa llave
negra. Mi ángel me tendió una mano para ayudarme a desentumecerme y salir de
allí. Sin pronunciar palabra me besó de nuevo y, tras quitarme con sumo cuidado
el tanga negro y el corsé de cuero que se encontraba pegado a mi espalda y sus
heridas, guardó toda mi ropa en una especie de saco blanco para vestirme,
lentamente y con parsimonia de rito, con una túnica tan inmaculada como la suya.
Después, volvió a darme la mano y salimos de allí como dos musas de Sorolla:
cómplices y, sobre todo, etéreas gracias a unos casi transparentes y vaporosos
vestidos blancos.
Por cierto, no sé si Amélie pudo ver las lágrimas que me brotaban sin remedio,
mientras me conducía entre pasadizos y escaleras hasta la puerta del local, para
depositarme con un guiño de ojo y tierno beso final, al que correspondí más que
gustosa, en un taxi en cuyo interior se encontraba Sapiens...