Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 18
AMOSAPIENS: No, en la espalda no: las nalgas son mucho mejores para eso...
Marta: Qué amable: ¡una regresión a mi infancia a través del BDSM!
AMOSAPIENS: No creo que te excitaras cuando te azotaban las nalgas en tu
infancia... ¿O ya eras sumisa desde pequeña?
Marta: Bueno, en fin, eso sí que es un corte en toda regla, o mejor dicho: ¡en toda
nalga!
Salgo de aquellas frases, escritas medio en broma y medio en serio, y vuelvo a la
realidad, al carpe diem y al aquí y ahora con la misma idea de antes: que se pare, que
se pare esto. ¡Por favor!, que algún gracioso le dé a esa palanca roja y pare esta
máquina, o mejor aún, que lleguemos pronto a cualquier estación y yo pueda
volverme por donde he venido...
Y de nuevo: ¿Quién soy yo? ¿Adónde voy? ¿Quiero ir? ¿Quiero volver? ¿Último
o primer tren? ¿Emprendo un viaje de vuelta o a partir de ahora no podré evitar
viajar más y más hacia un punto de encuentro que aún no soy capaz de ubicar? No
lo digo porque me vaya a pasar algo grave, pese a que ese riesgo se mantiene
latente si pienso que me voy a quedar a solas en una habitación de hotel con un
desconocido experto en sadomasoquismo que, irremediablemente y sobre todo si
llego al final de este trance, no creo que se vaya a cruzar de manos, de polla, de
fusta o de látigo. ¿Quiero? ¿No quiero? ¿Me atreveré? ¿No me atreveré? ¡Otra vez
el tren! ¡Último tren!
Está claro que me falta la objetividad que sólo concede el paso del tiempo, pero
me cuesta creer que, para una treintañera como yo, éste sea el último tren. Me
inclino más a pensar que es un tren anunciador de una nueva etapa, quizás porque
una fuerza extraña ha hecho que me atreva a subir aquí, quién sabe si para subirme
a un carrusel de lujuria, sumisión, erotismo o perversión, o a una noria de
novedad, encuentro, vida, dominación, descubrimiento y aventura. ¡Atención!
Absurdo juego de palabras que inventa mi mente para la ocasión: ¿no será todo
esto otra vulgar salida de mi alma-rio? ¿Pero por qué elegir?, me pregunto. ¿Por
qué no intentar aprender gozando de todo?
Ahora no tengo un espejo cerca pero creo que me ruborizo... Sí, ¡qué mal!, me
noto caliente, y conste que no me refiero precisamente al tipo de calor que he
experimentado días atrás, sino a ese incómodo bochorno que va trepando por todo
el cuerpo con ánimo de acampar y quedarse a vivir en la cara. ¿Será chivato el
calor? ¡Chivato, chivato, chivato! ¿Y okupa? ¡Okupa, okupa, okupa! Seguro que
esta inoportuna transparencia, empeñada en delatar lo que me pasa con todo tipo
de indicios, utilizará al calor, a esta mierda de calor, y lo acompañará de unos