Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 172
bajar la cabeza pero aprovechando el entretenimiento de su AMO con Sapiens, me
guiñó con timidez un ojo. El gesto me pareció un símbolo de complicidad
femenina y como la señal que una buena amiga intentaba hacer para
tranquilizarme, poniendo cara de: No te preocupes, yo también he pasado por lo mismo.
Lo superarás y todo será maravilloso. Ánimo: estoy contigo...
No sé si fue mi cabeza la que se imaginó todo esto, pero lo cierto es que ese
demonio Justiciero, como también denominé al hombre pelirrojo, ya no me asustó
tanto cuando seguía mirándome de arriba abajo, sin dejar de preguntar a Sapiens
cosas sobre mí:
—Las más ricas no suelen ser dóciles. Le pasa esto a tu perra, ¿verdad, Sapiens?
—Sí —contestó un chivato y asquerosamente traidor Sapiens—. Lo mismo juega
a ser insumisa, AMA, switch, sumisa o de todo un poco.
—¿AMA? Jajajajajaja. ¡Eso habrá que verlo! Todas dicen lo mismo, ¿o no,
Sapiens?
—Ya ves, Justiciero, ya ves. Y la ironía es que, desde el principio, supe que esta
perra sería una de las mejores, aunque lo del collar le queda lejos aún.
—¡Ay qué dura es la vida del AMO! Las domas no acaban nunca... En fin. Esta
noche, amigo Sapiens, promete. Gracias por invitarme.
—De nada, Justiciero. Gracias a ti por venir —respondió Sapiens, cortés.
—Cuando quieras empezamos —dijo ese pelirrojo grosero, frotándose las
manos.
—Vale, empecemos cuanto antes.
Los dos AMOS caminaban delante sin hablarnos o dedicarnos una mirada
indicadora de algo, ni al ángel ni a mí que, prácticamente, no pronunciamos una
sola palabra en toda la noche. No comprendía nada. Sólo sé que seguí a un Sapiens
totalmente distinto del que había conocido hasta ahora, aunque no dejé de pensar
que, como venía siendo habitual, todo era parte de una nueva etapa de este extraño
juego.
Atravesamos dos pasillos largos y bajamos una escalera que nos condujo a una
cueva estilo bodega y como las de las antiguas casonas de pueblo. Unas luces
indirectas y camufladas estratégicamente tras los ladrillos de la pared apenas
dejaban observar con claridad un entorno cuajado de sombras. ¿Cómo? ¿Estaba
viendo bien? Sí, estaba viendo bien: la cueva, perfectamente acondicionada
respecto a los asuntos de la luz tenue y temperatura ambiente, contaba con