Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 171
Capítulo
13
Ellos sesionan y nosotros sesionaremos con ellos
Ante tanto asombro, sólo una cosa me pareció real: cuando Sapiens acababa de
pedirse un gin tonic y yo mi refresco de té con limón y hierbabuena, una extraña
pareja se acercó hacia nosotros...
Él era muy alto, delgado, intensamente pelirrojo y no como yo que, desde hacía
más o menos un mes, había coloreado mi pelo con unos difusos reflejos entre caoba
y rojizos. Le calculé unos treinta y ya muchos años, aunque no creo que hubiera
inaugurado aún la década que empieza por cuatro. Llevaba una perilla que se me
antojó demoniaca y hasta divertida, e iba vestido, como no podía ser menos, de
negro de la cabeza a los pies. Ella, en cambio, parecía un ángel que, con
movimientos gráciles, proporcionaba vaporosidad a una túnica blanca que, a
veces, sobre todo si coincidía que en su cuerpo se posaba algún hilillo de luz,
transparentaba su intimidad sin rubor. Creo que tendría unos treinta años como
mucho, y era hermosa, realmente hermosa con su cabello negro, lacio y de corte
recto estilo francés que, unido a sus enormes ojos negros, le daba un aspecto
parecido al de la cinematográfica y conocida Amélie.
—¿Así que ésta es la nueva perra de tu cuadra, Sapiens? —comentó el hombre
pelirrojo, mirándome obscenamente de la cabeza a los pies.
—Sí, Justiciero, ésta es mi nueva perra, aunque está tan verde que ni siquiera he
podido empezar con su doma —contestó Sapiens.
—Te felicito, Sapiens, está realmente rica tu zorrita. ¿Y dices que aún no has
podido empezar con su doma?
—Así es, Justiciero.
¿Justiciero? ¿Sapiens había dicho Justiciero? ¿Acaso hablaba con un tal
AMO-Justiciero y se estaban tratando de tú a tú, y obviando la palabra AMO del
principio como los que tienen confianza y obvian el usted? ¿Será hortera? ¿Pero
cómo un AMO podía llamarse Justiciero? Mi cara debió de gesticular un rictus de
desconcierto que tuvo que ser captado por la mujer de la túnica blanca o, para mí y
desde el principio, un ángel, quizás mi ángel. Imagino que tuvo que ser así porque
la mujer a la que acababa de denominar internamente como Amélie, sin dejar de