Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 16

derecha? ¡Tampoco! ¿Entonces? Miedo a que una década no sea suficiente para decidir por dónde encauzar bien la vida. Temor al mundo adulto y fobia a ese tránsito que se aleja de una etapa clave para dirigirse a otra más clave aún. Después de ese microparéntesis que dediqué ayer a Pedro en la camilla de la peluquera, mi cabeza pasó rápidamente, y como queriendo quitarse a un pesado de encima, a analizar ese último y horroroso tirón que se me antojó anunciador de no sé qué: ¿de futuros tirones?, ¿dolores?, ¿cirios?, ¿velas? ¡Ni idea! Sin variar la tónica que ya parece general en este mes: ni supe, ni sé, ni podré saber. Me fui del centro de belleza con un pubis de aspecto adolescente, además de esa sensación de liviandad que sólo pueden entender quienes acaban de depilarse; claro que mi cabeza, que no ha parado un segundo en este mes, volvió a hacer de las suyas pensando, entre otras cosas, que si después del dolor viene lo bueno, mañana —o sea hoy— tendría —es decir, tendré— un premio espectacular. No te preocupes: este dolor tendrá su recompensa, dije a la peluquera. ¿Será que todo dolor tiene su recompensa? Porque ayer, por ejemplo, tras la quemazón de la cera, anunciadora del dolor que supondría el tirón de después, me invadió un tremendo bienestar cuando la peluquera posaba su mano, un segundo más tarde del correspondiente tirón, en cada milímetro de piel recién depilada. El gesto siempre fue aliviador, y hasta me atrevería a decir que curativo del dolor anterior, porque esa mano sanadora difuminó por arte de magia el escozor y el daño. Más tarde, y tras haber pagado con dolor el precio de la secuencia anterior, vino esa sensación de liviandad que compensaba todo el proceso, y nunca podrán entender quienes no se han depilado jamás... Pero, un momento, ¡un momento! ¿Es tan raro el cuerpo que genera endorfinas después del dolor? ¿Lo hace para compensar? ¿Las producirá también el alma después de superar un malestar interior y una crisis? ¿Vendrá de esta sensación contradictoria la famosa y espiritual idea de curar y redimir a través del sufrimiento? ¡Bufff!, no sé... Porque, evidentemente, ¡el dolor duele!, y pensar que aparece la hormona del bienestar tras un profundo malestar me resulta muy extraño, la verdad. Después de pagar a quien me agarró de los pelos, también pensé en el tipo de depilación que utilizarían, o bien las sumisas a las que sus AMOS dieran la orden de depilarse enteras o bien, y sobre todo, las actrices porno. Y la cosa, aunque trivial, no me parece ninguna broma porque la cámara que persigue a esos mitos eróticos en sus posturas acrobáticas es tan indiscreta que, a veces, parece que la lleva el tío colgada de los huevos. ¡Láser, seguro!, se depilan con láser, pensé ayer. ¡STOP! Un momento o, mejor dicho, otro momento: tanto la sumisión como el cine porno existen desde que, respectivamente, existe el mundo o el cine. En cambio el