Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 15

cuesta digerir ciertas cosas como, por ejemplo, ese cinismo que me lleva a decirle a Pedro que estoy confundida, y necesito tiempo para estar sola... Sí, Pedro, sí... No quisiera tirar balones fuera, pero me pregunto si mi tristeza por ese injusto rapapolvo de hace un mes fue el detonante que me hizo pulsar, sin que me diera cuenta ni yo, ese botoncillo que va acompañado del letrerito portador de la anglosajona palabra CHAT. Soledad y CHAT, soledad y CHAT, soledad y CHAT... ¿O sería más correcto decir sole-chat? ¡Curioso proceso éste!: rutina, hastío, incomprensión, tristeza, caos y crisis, para después pasar de la soledad al sole-chat, y allí, en este nuevo reducto, no dar crédito al descubrimiento que me invadió por completo: irrupción de un mundo repleto de luces, personas, nombres y nacionalidades diversas, irónica realidad cibernética, novedad a tutiplén, juego sin límites, y hasta este telón que se ha abierto en un extraño teatro vital, incitándome a practicar BDSM. Con los últimos tironcillos de cera, Pedro entró y salió de mi cabeza en un abrir y cerrar de ingles. Entró, inevitablemente, cuando la peluquera pronunció la palabra novio, aunque salió de mi mente como alma que lleva el diablo, quizás por pura supervivencia emocional tendente a huir de vestigios judeomasónicos y culpas extrañas. Porque con autoengaños y engaños, huidas o afrontamientos, compañía o soledad de sole-chat, tengo claro que esta experiencia con el AMO de Oviedo la vivo como algo que necesito a nivel personal, y muy al margen de que esté o no con alguien. Sí, ya sé que puede parecer egoísta, pero me siento como si para descubrir si soy o no homosexual, necesitara relacionarme con otra mujer, intentando disipar las dudas en la intimidad de mi alma, mi sexualidad y mi dormitorio, pero sin tener que pregonar en una pancarta lo que aún no está claro en mi interior. Lo siento, pero por mucho que él se empeñ