Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 137

con una raigambre y una historia que no cabe en los libros. Yo, en cambio, nueva, tan nueva que me siento distinta, rara, y con un alma de mujer recién estrenada... Porque sigo sin saber quién soy. No me conozco. No sé quién me ha brotado de dentro. No sé qué ser dormía en mí sin yo reparar en que dormía y, yendo aún más lejos, sin ni siquiera darme cuenta de que vivía en mí. Me asusta esta nueva Paula o la treintañera que parece querer alejarse de la torpeza y ternura típica de su edad, para dirigirse a una especie de país de nunca-jamás. Entre quién soy, quién era, adónde voy y qué hago aquí, mi cabeza viaja a tanta velocidad que casi me mareo por culpa de estas filosofías de pacotilla, aunque lo del mareo no sea del todo literal, y sí una forma de expresar que no entiendo nada, que no soy capaz de averiguar qué me está pasando, que no controlo esta necesidad de abandonarme al vértigo de la incertidumbre o de la emoción nueva y peligrosa de este juego de seducción, que me ha abierto las puertas del mundo BDSM o esa realidad milenaria y oculta a la vez, para la que ni siquiera encuentro adjetivos aún. Al tiempo que de lejos se divisa un castillo de la Edad Media, pienso que me estoy dejando arrastrar por una suerte tan incierta como excitante, tan peligrosa como atractiva, tan viva como desconocida y tan inevitable como bulímica de no sé qué, pero siempre voraz de un placer nuevo para mi existencia que, desesperada, se ha decidido a abrir unos cajones que deberían estar sedientos y hambrientos de nutrientes diferentes, chispeantes y llenos de emoción. ¿Será esto una revelación? ¿O una rebelión? ¿Algo se va a revelar en mí o algo se está rebelando en mí? Bufff, el mareo y su neblina difícil de soportar vuelve a mí por culpa de esta cabecita loca que no para, ni aun cuando está parado el tren en la estación de turno. Parado, ¡se ha parado! Vamos, aprovecha, me dice la voz de antes cuando leo VALLADOLID en un letrero enorme, que se encuentra suspendido en una pared de la nueva estación. Date prisa: aún tienes tiempo de coger la maleta, el abrigo y salir de aquí. ¡Rápido! Algo me ata al asiento y me pregunto si esa fuerza es un preludio de los antiguos métodos de tortura que han dado lugar al actual arte erótico del Bondage o, a fin de cuentas, de las ataduras que voy a soportar o a disfrutar dentro de unas horas. Nada de nada. Aquí sigo, incapaz de responderme, y de bajarme... Me agobio por ello, p ero al mismo tiempo intento tranquilizarme tranquilizando a esa voz, diciéndole que siempre hay tiempo para dar marcha atrás, tiempo para bajarme en cualquier otra estación o tiempo para llegar al final y volver a coger el primer tren que salga de Oviedo con regreso a Madrid, tiempo para no acudir a esa cita con AMOSAPIENS e incluso, y aunque sea una guarrada, tiempo también para decir que no soy yo, que se equivoca, que me confunde con otra persona...