Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 135
Mejor será pedir un café doble, pienso al tiempo que intento abandonar esta
idea que me pone más nerviosa que el propio encuentro con el AMO de Oviedo.
La cafetería está a tope, pero a duras penas consigo hacerme un hueco en el
rinconcito de la barra, en donde hace sólo dos horas se amontonaban las revistas
de Renfe.
—¡Un café con leche doble y un donut de chocolate, por favor!
—¡Marchando!
Pensando que necesito azúcar y voy a comerme un rosco ya mismo, las bromas
baratas me acechan de nuevo: todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda... Claro
que, si todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda, ¿en cuál de las tres categorías
podría encuadrar esta primitiva experiencia virtual, que tiene toda la pinta de
convertirse en real? Veamos, veamos, me digo sin dejar descansar ni un segundo a
mi ya excedida, aunque recién despejada cabeza. Si acudir a una cita a ciegas con
un hombre de Oviedo, experto en las artes del sadomasoquismo, no engorda, y
tampoco es ilegal, será entonces..., ¿inmoral? ¿Y por qué inmoral?, sigo sin darme
tregua. ¿Inmoral? ¡Y una mierda!, concluyo mentalmente, cuando la palabra moral,
en este entorno al menos, me suena a empachosa, subjetiva y evangelizadora
moralina.
La seriedad vuelve a mí, ayudándome a recordar que, sea como sea, nunca me
ha gustado que me cuenten las cosas porque mi naturaleza impulsiva y curiosa,
prácticamente desde niña, siempre me ha llevado a experimentarlas en primera
persona.
—No, experimentar no es malo —parece que me dice una voz amiga para intentar
tranquilizarme.
Supongo que experimentar en sí mismo no puede ser ni bueno ni malo porque
dependerá de cómo cada cua