Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 123
pero en las 55 reglas de oro de una esclava se hacía hincapié en que una sumisa debía
intentar mantenerse en todo momento «atractiva y apetitosa» para su AMO y
Señor. Ahora bien: supuse que el principal sentido de esta postura estaba en los
dos centímetros de separación de los muslos porque una buena sumi debe
mostrarse siempre dispuesta y expuesta para su AMO, y con aquella pose, que por
descontado no llegaba a la ordinariez del espatarre, la sumisa da a entender al AMO
que está receptiva y preparada para lo que ÉL quiera.
Bien. ¡Tercera orden entendida! y, tercera vez que una de aquellas 55 reglas
volvía a apoderarse de mi consciente y hasta de mi inconsciente:
El poder y la autoridad de tu Amo y Señor te infunden temor y respeto. Su sabiduría y su
perverso refinamiento te fascinan.
Después de leer aquella misiva, llegué a una nueva conclusión: nunca se lo podría
decir, pero AMOSAPIENS me había fascinado, ¡y mucho! Mientras pensaba en
Sapiens a todas horas, bien porque la nueva pose me recordaba a ÉL, o porque la
costura del panti no hacía más que avisarme de su existencia, bordando aquel
dicho de que el roce hace el cariño, pensé también que esta vez nadie iba cargar con
las nefastas consecuencias de mis indecisiones y dudas. Con una idea pasé el resto
del día: aunque fuera doloroso, en cuanto llegase a casa llamaría a Pedro para
volver a decirle que necesitaba estar sola porque me encontraba cansada y confusa.
De esta manera, ni le haría sufrir más de lo necesario implicándolo en una historia
que no controlaba ni yo, ni tampoco mantendría relaciones sexuales con él, entre
otras cosas porque Sapiens no quería que lo hiciera más que cuando ÉL daba su
consentimiento.
Además, supe que no podría soportar otra vez que terceras personas pagaran
los platos rotos de mis indecisiones y mis juegos y, por otro lado, si le decía a
Pedro que necesitaba estar sola, en realidad no le mentía: sola para pensar qué me
pasaba. Sola para recordar a Sapiens hasta el punto de necesitar masturbarme
pensando en él. Sola, en fin, como una sumisa sin AMO, y con el mismo vacío que
el MAESTRO sentía y expresaba diciend