Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 112
aquello que en el fondo te da placer. Disfruta de servir a tu AMO.
—Sí, claro... Y yo me chupo el dedo: ahora me vienes con humildades y consejos
de lobo con piel de cordero...
—Voy a hacer como que no he leído nada y te repetiré lo único que importa: el
día que por fin te decidas, yo sé que harás muy feliz a quien sea tu AMO, pero eso
sí, tiene que ser el mejor. Nunca te perdonaría que no fuera el mejor...
—¿Ah, sí? ¿Y cómo puede una novata como yo distinguir, primero, si es sumisa
y, segundo, que ese AMO es el mejor?
—Jajajajajajajajaja. No te preocupes por eso: lo sabrás, te aseguro que lo sabrás.
Ya verás cómo, cuando llegue tu momento, lo sabrás.
—Ahora soy yo la que no me río: quiero saber por qué se puede saber.
¿Aparecerá con un letrero en la frente, con un clavel en la solapa o con el periódico
debajo del brazo y como preparado para ser reconocido en una cita a ciegas?
—¡Joder con la niña! Además de bromista, todo lo quiere saber al mismo
tiempo...
—Porfa, AMO, dímelo...
—Está bien: el día que tu coño palpite pensando en él, escuchando su voz,
leyendo sus mensajes o recibiendo cualquier orden u otra cosa que venga de él,
entonces sabrás que ése es tu AMO.
Mi coño palpitó recordando a Sapiens, hasta el punto de que me pareció sentir el
latir de un corazón loco y su tic-tac de diástoles y sístoles repartidas entre mis
labios mayores y menores, el clítoris y la vagina. Recordé entonces otro de los
apartados de las 55 reglas de oro de una esclava que, una vez más, parecía describir a
la perfección todo lo que yo estaba sintiendo por Sapiens:
Demuestra a tu AMO sin ninguna reserva que estás hambrienta de su polla y de su fusta.
Venerarás los instrumentos con que tu Amo y Señor te someta a su disciplina con la misma
reverencia con que adorarás su polla.
Pensar desaforadamente en la polla y la fusta de Sapiens me excitó con tal
intensidad que no pude evitar desear hacerme una paja con todas mis fuerzas,
recordando la primera que él, otra vez cibernéticamente hablando, me guió y
ordenó hacerme según la iba leyendo por el PC de mi trabajo el día 8 de marzo, al
segundo siguiente de haberle dado mi falso sí.
Fui a mi ordenador, lo encendí y, entre los archivos guardados, busqué ese
diálogo erótico que tuvo lugar tras mi afirmación impostora, justo cuando él debió