Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 100

entrar en el convento, ha perdido su identidad anterior, aunque en mi caso, en vez de convento, he dado el sí para adentrarme en la clausura del mundo BDSM. ¿Tendrá todo esto algo que ver con las bromas de la irreverente Clau? 2ª) No sé cómo explicar la siguiente orden que, por cierto, debatimos más que el propio debate de la nación... En un principio, me dijo que no podía disfrutar más que un polvo por semana. Entonces le hablé de mi reciente rollete urbano, es decir, de Pedro o ese affaire que a veces me agobia, pero otras me hace tanto bien en una ciudad tan dura y alienante como Madrid. Entre que sí, que no, que más, que menos, etc., etc., me encantó su capacidad de entender la situación y, sobre todo, de que valorara mi sinceridad. Bueno, ¡supongo que por eso es Sapiens! Creo que esta relación nuestra, tan extraña y exclusivamente mental-virtual, por llamarla de alguna forma, nunca debe afectar a terceras personas. Sólo una cosa tengo clara dentro de esta situación extraña: sé que mi primer límite está en no hacer daño a nadie, y la cibernética experiencia BDSM que estoy viviendo quiero que sólo se quede en mi interior. Total: entre que sí y no, al final hemos quedado en que soy libre de practicar sexo cuando me venga en gana, con la condición de que le cuente cada uno de mis escarceos eróticos. ¿Tendrá morro o morbo este AMO? Por cierto, hay algo más difícil aún que una prohibición: ser consciente de que no debo pasarme porque estoy, según me dice una y mil veces, «en el periodo de doma». Prometo no pasarme: esta potrilla promete no pasarse. ¡Jajajajajajaja! ¡Ahora bien! El tío no se quedó a gusto hasta que no me dijo una cosa que me dejó las venas como eléctricas: «No olvides que tú eres de mi propiedad y todos tus orificios me pertenecen». ¿Cómo?, le contesté yo. «Sí, perra, sí: lee el contrato de antaño y verás como es así. Siendo benevolente, a Pedro puedes cederle tu coño porque es mío y yo así lo consiento, pero ni de broma ¿eh?, ni de broma se te ocurra dejarle tu culo. Ese culo también es mío y no se lo cedo a nadie. Sólo yo lo puedo petar...» ¿Petar? A punto estuve de buscar la palabrita en el diccionario, pero preferí no hacerlo para no asustarme más de lo que ya estaba, pensando que petar es hacer explotar. En fin: a estas alturas, ¿habrá alguien que todavía pueda dudar que los AMOS están como cabras? Una vez más pude entender lo que quiso decir con lo de ciertas «pertenencias», cuando leí ese contrato que nunca firmé, pero que parecía ir entrando en vigor en mi vida, sin que yo pudiera evitarlo: «Tus órganos sexuales no te pertenecen. Como todo tu cuerpo son propiedad de tu Amo y Señor que dispondrá de ellos a su antojo. En ningún caso podrás usarlos para buscar placer por tu cuenta sin la autorización de tu Amo y Señor». ¡Lo que me faltaba!: ¡Del «amor propio», «al recto proceder»! ¿Pero cómo se me ocurre