Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 66

66 Pero el día que tanto había esperado llegó por fin. En el local del Amo Patrick y de Ghislaine, donde nos habíamos reunido con este propósito, Pierre me ordenó que me tendiera sobre una mesa cubierta con una tela adamascada de color gránate. Reparé en este detalle porque, por lo general, no me gusta este color. Pero, en la situación en que me hallaba, confería una manifiesta solemnidad al sacrificio que iba a celebrarse sobre aquel altar. No pude por menos de pensar en la sangre que quizá brotaría de mi sexo en breves instantes. Ante esta perspectiva, me quedé paralizada de angustia y todos mis esfuerzos por concentrarme fueron vanos. Sucumbí al miedo visceral que siempre me han inspirado la violencia real y las efusiones de sangre. Ghislaine, que había advertido la creciente inquietud que me invadía, sé acercó para hablarme con suavidad y tranquilizarme. Luego todo ocurrió muy rápido. Me separaron las piernas y me ataron de pies y manos a las patas de la mesa. Pese a mi resistencia me atravesaron el labio izquierdo de la vulva El dolor era lacerante. El Amo Patrick me acariciaba para distraer mi atención y, con un movimiento imperceptible, pasó el anillito de oro que Pierre le había tendido por el labio agujereado. Para ensanchar el diminuto agujero, tuvo que separar un poco la maltrecha carne del labio. El anillo se deslizó entonces sin dificultad y el dolor no tardó en disiparse un poco. Pero enseguida noté un nuevo pinchazo, esta vez mucho más doloroso. Mutilada en lo más íntimo, no pude evitar ponerme a gritar y a suplicar. La aguja desgarraba mis carnes en una operación cada vez más del