Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 64
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único cuerpo y, olvidándose de mí, da la impresión de haberse enamorado de la primera
desconocida que se le ha puesto delante. Presa de los celos, se me retuercen las entrañas
y noto cómo una quemazón, semejante a una ponzoña que diluyera su mortal veneno, se
extiende por ellas.
Puesto que soy su esclava, Pierre también puede prestarme a otros. Yo sólo accedo a
ello porque lo amo. Y extraigo placer del que él toma de mí y que a veces me roba. Si le
doy mi amor y me consagro a él es porque creo que sólo en la abnegación puede darse un
amor de veras grande.
En ocasiones tengo la impresión de que le resulta más fácil prestarme a mí que
prestar ciertos objetos que significan mucho para él. Sin ir más lejos, cierta vez cometí
la torpeza de dejar un libro suyo a un amigo sin pedirle permiso. Cuando se lo dije, me
insultó con todo el desprecio que suscita un esclavo que defrauda o irrita. Yo me quedé
muy turbada y, cuando me vio llorar, Pierre se ablandó, como le ocurre a menudo
después de un vano arre-bato. Deseoso de que lo perdonara, me tomó en sus brazos e,
instantes después, yo ya lo había olvidado todo.
Los seres tienen dos caras. ¿Cómo iba yo a prescindir en lo sucesivo de un hombre
tan exquisito? El temperamento fogoso que poseen ciertos individuos resulta atractivo,
por-que pone de manifiesto una carencia nuestra. De ese modo, en mi opinión, dos
personas logran complementarse de manera absoluta.
Amo a este hombre que me hace sufrir sin ser siquiera consciente de ello. Mi
naturaleza masoquista no basta para explicar esta pasión. Él es distinto a mí, y
encarna esa parte de mi persona que me habría gustado ser. Lo amo por la fuerza que
me insufla, esa fuerza que convierte a una estudiantilla acomplejada en la heroína de
una serie de noches mágicas que la mayoría de las mujeres no vivirán jamás.
Él me eleva, me proyecta. Al revelarme los abismos de mi alma magnificados, al
sublimar- me como esclava y hacerme aceptar mi rango de objeto, me engrandece. Ha l