Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 49

49 en un confortable sillón de cuero, probablemente en el salón. Una mano me había obligado a separar con suavidad las piernas y una lengua dócil rendía homenaje a mi intimidad. El placer que me produjo esta boca golosa no había de durar mucho, pues no tardaron en agarrarme, arrastrarme y empujarme contra un muro donde me azotaron con severidad y sin preparación alguna. Antes de que fuera capaz de saborear el dolor, me llevaron a una mesa donde me tumbaron boca arriba y me ataron fuerte, con los pezones oprimidos por unas pinzas unidas a unas poleas que tiraban dolorosamente de ellos al menor movimiento. Me abandoné suavemente a esta «tortura», nueva para mí, mientras saboreaba la extraña dicha de la sumisión. Volvía a ser lo que quería ser, un simple objeto al servicio del amo al que amaba, el objeto que todo hombre codicia, entregado al capricho de mi Amo, que podía disponer de mí y ofrecer mi cuerpo a quien le pareciera. De ese modo, era yo misma sin serlo del todo, puesto que ya no me pertenecía. Había subido un nuevo peldaño en la jerarquía de la esclavitud. Era como si aquella noche hubiera recibido el título de nobleza al manipularme una gran dignataria de la orden de las dominadoras. En la mente de una es- clava, eso justifica todos los tormentos, todas las flagelaciones, todas las ofensas. Pierre me poseyó de forma salvaje frente a los testigos de mi degradación. Yo le ofrecía mi intimidad y él me violaba de modo brutal, sin el menor miramiento. Sin embargo, me gustaba. Ya no podía prescindir de sus fieros asaltos, violentos pero apasionados. De regreso a Versalles, Pierre decidió pro- bar ciertos objetos que estaban a nuestra disposición en el local donde íbamos a dormir. Me utilizó a su antojo e hizo uso de mi cuerpo en todas las posturas. Me enardecía que me poseyeran de cualquier modo y con cualquier cosa, con tal de que el objeto del delito tuviera forma cilíndrica. Cuando la noche estaba ya muy avanzada, volvió a hacerme gozar un sinfín de veces con un vibrador provisto de una ventosa que me dejó exhausta.