Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 33

33 Tras exponerme a las miradas de los invitados, me llevaron ante Clotilde, a quien tuve que lamerle las botas de charol con la punta de la lengua. La joven seductora me recompensó con una caricia muy dulce, parecida a ese gesto de pasar la mano por el cuello de un animal sumiso. Cuando anunciaron la cena, sentí un gran alivio. De pie junto a la mesa, Vincent desempeñaba el papel de criada. Más tarde descubrí que aguantaba con estoica resignación golpes cuya violencia se me antojaba insoportable. Sólo llevaba un delantalito y unos calzoncillos de cuero decorados con clavos y abiertos de manera que se le viera el miembro. Vincent estaba allí para servirnos. A mí me ordenaron que me colocara debajo de una silla especial- mente diseñada: tenía un agujero en el centro del asiento para que el amo o el ama que se acomodara en ella pudiera recibir el homenaje bucal de la esclava que estuviera debajo. Todo en aquel lugar parecía haber sido concebido para el placer. Tendida en el suelo, con la cabeza apoyada en un cojín y sostenida por una pequeña correa de cuero para que no me cansara demasiado, me apliqué a lamer las partes íntimas del Ama Maïté. Ella no se contentó con alimentarme con su placer, sino también con ostras, que se introducía en la vulva y que yo tenía que sorber. Después de tragarme con gula la ostra, cuyo jugo me chorreaba por la barbilla, me pasaba la lengua por los labios para no desperdiciar ni una gota de la preciada concha. Después de cenar bajamos de nuevo al sótano. Clotilde exigió que la lamiera largo tiempo antes de que alcanzara ella el orgasmo. Luego ataqué su cl