Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 25
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ser que se exhibe de esa forma descubre el poder de su cuerpo, y el esclavo extrae su
fuerza de la fascinación que ejerce sobre el amo.
No tardé en notar en la piel el contacto de unas manos frías posadas en el lugar
donde muere la espalda y más tarde entre las nalgas. Esas manos desconocidas, tan
temidas ya la vez esperadas, me palparon, acariciándome con suavidad, como si
pretendieran conocer todos los secretos no sólo de mi cuerpo, sino también de mis
pensamientos. Me abrí un poco más de piernas para que esas manos meticulosas
pudieran explorarme a placer. Cuando el amo que me evaluaba se convenció de mi
absoluta docilidad, los amos reunidos pasaron a otros juegos.
Una fusta negra me azotó bruscamente y con tal violencia que solté un auténtico
rugido. Es harto sabido que la alternancia de la suavidad y la violencia contribuye a
domar a las esclavas reticentes: pero yo, infeliz principiante deseosa de hacerlo bien
para contentar a mi Amo, nada sabía de todo esto y creí que se me castigaba por una
falta cometida sin darme cuenta. ¿Les habría disgustado mi post