Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 24
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Tras hacer un alto en el hotel para dejar nuestro equipaje, llegamos por fin a la casa
a la que me gusta llamar la «mansión sadomaso».
Era presa de una viva agitación y el corazón me latía con fuerza. Estaba impaciente
por entrar en aquella casa cuya arquitectura interior y cuya decoración había
imaginado a partir de las descripciones que de ella me había hecho Pierre. Sentía una
gran curiosidad por saber si la imagen que yo tenía de ella coincidía con la realidad.
Cuando la puerta de entrada se cerró a mis espaldas, mi decepción fue inmensa. Con
los ojos como platos, pasé revista a las habitaciones por las que me conducían sin
detectar en ellas rastros de material o de accesorios, ni siquiera la sombra de una
atmósfera «sadomaso».
Decepcionada, no sabía ya qué pensar: ¿cabía la posibilidad de que Pierre se hubiera
inventado de cabo a rabo ese lugar mágico que tan bien y tan prolijamente me había
descrito?
Esta primera velada duró unas tres horas. Fue mi debut oficial bajo el nombre de
«Laïka», que iba a convertirse en mi sobrenombre para todas nuestras actividades
sadomasoquistas. Quiere un rito muy apreciado entre los iniciados que sea el amo quien
presente a su esclava para que sus anfitriones calibren sus verdaderos límites y, de esa
forma, puedan utilizarla al máximo después.
Obedeciendo a los deseos de Pierre, me levanté el vestido y me abrí de piernas,
arqueándome de una forma que me encanta, que acentúa la curva de la grupa y realza
el contorno de mis nalgas, en forma de manzana.
Presentarse de esa guisa obliga a la esclava desnuda a hacer ofrenda de su cuerpo,
sean cuales fueren sus defectos, y también la ayuda a conocerse, a aceptarse ya asumirse
mejor. En su absoluta desnudez, ese cuerpo entrega- do, despojado de ropa, escudriñado
por todos hasta el último rincón, es escarnecido y humillado sin concesión alguna. El