Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 22

22 con mucha antelación los fines de semana, que casi siempre resultan de lo más agitados. Cuando regresamos, el domingo por la noche, a menudo me encuentro en un estado rayano en el agotamiento. Y Pierre no está menos cansado que yo: el papel de amo resulta extenuante pues si bien el esclavo no hace más que someterse, el amo, en cambio, tiene que tomar decisiones, organizar, preparar y actuar, sin dejar de velar, al mismo tiempo, por el estado físico y psíquico de la esclava a quien ha decidido honrar con sus pruebas y humillaciones. En cierta ocasión, pasamos un fin de se- mana en una ciudad del norte, en casa de una pareja de dominadores muy experimentados que se cuentan entre los allegados de Pierre, Ambos tienen unos cincuenta años, y nos gustaban por su refinamiento, por su experiencia en una modalidad de sadomasoquismo muy extrema y porque saben disfrutar de la vida. Pierre sostiene que poseen tal sensibilidad que se adaptan fácilmente a la esclava que se les brinda, algo que por desgracia no es tan habitual. Con excesiva frecuencia, el mal amo utiliza a la esclava prestada para satisfacer vulgares apetitos sexuales. Cuando uno es ducho en esta materia, utiliza la psicología del ser- objeto para descubrir sus auténticas fantasías. Las mías estriban en celebrar y glorificar a mi Amo, que me reveló mi verdadera naturaleza, mi obvia predestinación al sometimiento. Otros tienen por fantasías la transgresión de tabúes que no se atreverían a afrontar sin la coartada de la esclavitud: cierta mujer obligada a entregarse a la coprofagía no adoptó esta práctica sino amparada por el secreto del cuero, el acero y el látex. Esta criatura de ensueño, a quien vi entregarse a un grupo de africanos en un aparcamiento desierto cerca de Lyon, es en la vida cotidiana una mujer elegante, experta en