Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 12

12 indisociable del placer que obtiene el esclavo, éste es por definición muy sensible al modo en que lo tratan. Yo misma soy en extremo sensible a la opinión que mi Amo pueda tener de mí. El temor a decepcionarle si me niego a hacer algo me impulsa a veces a arrastrar ciertas pruebas que, si bien me revuelven las tripas, demuestran que le pertenezco. Ofrecer esta dicha (aceptarlo todo de él, ciegamente) al hombre a quien amo es para mí más importante, y me enardece más, que hacer realidad mis fantasías masoquistas. Mi Amo, que lo sabe, tiende a veces a abusar de la situación de dependencia engendrada por el amor que siento por él, y me fuerza a aceptar todas las humillaciones y las pruebas que me impone. Cuando a lo largo de sesiones muy duras me empuja hasta el paroxismo del agotamiento y del dolor físico, llevándome al borde de la ruptura psicológica, me basta con mirarle para constatar su placer y centuplicar mis fuerzas. Hay algo muy obvio que quienes no han sido iniciados en este universo marginal y mágico ignoran: el amo nunca es quien la gente cree que es. El amo se halla en una situación de absoluta dependencia con respecto a su esclavo. No existiría ni tendría justificación alguna si no fuera por el esclavo. En realidad, el amo es el esclavo del esclavo, pues depende de que éste acepte someterse a las sevicias que lo excitan. Cuando uno llega a comprender esta realidad paradójica, ya no tiene por qué avergonzarse de ser esclavo. Al contrario: debido al sutil juego de las relaciones de dependencia, el esclavo puede ser quien ostente el auténtico poder en la relación sadomasoquista. 3 - Una noche de estreno Pierre sólo me había dicho que iríamos a Burdeos, a casa de una pareja mayor que nosotros. Esta primera experiencia de iniciación en el sadomasoquismo tendría lugar en un sótano abovedado, especialmente acondicionado para tal efecto.