Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 97
de uno y otro sexo trabajar en procurársela, el más débil debe reunir sobre él, mediante esta sumisión, la
única dosis de felicidad que le sea dable recoger, y el más fuerte debe trabajar en la propia, por la vía de
opresión que le plazca emplear, ya que está demostrado que la única dicha de la fuerza reside en el
ejercicio de las facultades del fuerte, es decir en la más completa opresión. Así, esa felicidad que los dos
sexos no pueden encontrar conjuntamente, la encontrarán, el uno con su obediencia ciega, el otro con la
más absoluta energía de su dominación.
¡Qué!, si no estuviera en la intención de la naturaleza que uno de los sexos tiranizara al otro, ¿acaso no los
habría creado de fuerza igual? Al hacer a uno de ellos inferior al otro en todos los puntos, ¿no ha indicado
de manera suficiente que su voluntad era que el más fuerte utilizara los derechos que ella le daba? Cuanto
más extiende éste su autoridad, más desdichada hace, con ello, a la mujer unida a su suerte, y mejor
ejecuta así los designios de la naturaleza. No es a partir de las quejas del ser débil que hay que juzgar el
procedimiento; en tal caso los juicios sólo podrían ser viciosos, ya que sólo tomaríais, al hacerlos, las
ideas del débil: hay que juzgar la acción por el poder del fuerte, por la amplitud que ha dado a su poder, y
cuando los efectos de esta fuerza recaen sobre una mujer, examinar entonces lo que es una mujer, la
manera como este ser despreciable ha sido vista, tanto en la antigüedad como en nuestros días, por las tres
cuartas partes de los pueblos de la Tierra.
»Ahora bien, ¿qué veo al proceder con sangre fría a este examen? Una criatura enclenque, siempre
inferior al hombre, infinitamente menos hermosa que él, menos ingeniosa, menos buena, constituida de
una manera asquerosa, enteramente opuesta a lo que puede gustar al hombre, a lo que debe deleitarle...,
un ser malsano las tres cuartas partes de su vida, incapaz de satisfacer a su esposo todo el tiempo en que
la naturaleza le obliga