Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 25
con su comercio; llevaba poco dinero encima pero sí muchos pagarés. Añadió que su lacayo le había
abandonado la víspera, y que, para evitar el calor, viajaba de noche con la intención de llegar aquel
mismo día a París, donde tomaría un nuevo criado y concluiría una parte de sus negocios; si, además,
seguía un camino solitario, continuó, era porque, según creía, se había dormido sobre su caballo y se
había extraviado. Y dicho eso, pide la vida, ofreciendo a cambio todo lo que poseía. Examinaron su
cartera y contaron su dinero: la presa no podía ser mejor. Saint-Florent llevaba cerca de medio millón
pagable a su presentación en la capital, unas cuantas joyas y alrededor de cien luises.
—Amigo —le dijo «Corazón-de-Hierro», acercándole la punta de la pistola a las narices—,
comprenderéis que después de un robo semejante no podemos dejaros en vida.
—¡Oh, señor! —exclamé arrojándome a los pies de aquel malvado—, os lo imploro, no me hagáis
presenciar, el día de mi incorporación a la banda, el horrible espectáculo de la muerte de este desdichado.
Dejadle con vida, no me neguéis el primer favor que os pido.
Y, recurriendo inmediatamente a una astucia bastante singular, a fin de legitimar el interés que parecía
sentir por aquel hombre, añadí calurosamente:
—El apellido que acaba de pronunciar el caballero me lleva a creer que es un deudo bastante próximo. No
os asombréis, señor —añadí dirigiéndome al viajero—, de encontrar una pariente en esta situación. Ya os
lo explicaré más adelante. Por esta razón —seguí implorando de nuevo a nuestro jefe—, por esta razón,
señor, concededme la vida de este miserable. Agradeceré este favor con la entrega más absoluta a todo lo
que pueda servir vuestros intereses.
—Ya sabes con qué condiciones puedo concederte el favor que me pides, Thérèse —me