Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 136

Y al mismo tiempo el libertino me arremangó ágilmente las faldas. Yo retrocedí, lo rechacé con horror, pero mi gesto me hizo caer en los brazos de Cardoville que, aprisionando mis manos, me expuso indefensa, a partir de aquel momento, a los atentados de su compañero... Cortaron los lazos de mis faldas, desgarraron mi corsé, mi chal, mi camisa, y en un instante me hallé bajo las miradas de aquellos monstruos tan desnuda como si acabara de llegar al mundo. —¿Resistencia? —se decían entre sí mientras procedían a desnudarme—... ¿Resistencia?... ¿Esta ramera cree que puede resistírsenos? Y no había prenda de ropa arrancada que no fuera seguida de algunos golpes. Así que estuve en el estado que querían, sentados los dos en unos sillones cimbrados y que, al juntarse, encerraban, en el espacio vacío, al desdichado individuo colocado allí, me examinaron a sus anchas: mientras uno observaba la parte delantera, el otro escrutaba el trasero; después se cambiaban una y otra vez. Así fui inspeccionada, manoseada, besada durante más de media hora, sin que a lo largo de este examen olvidaran ningún episodio lúbrico, y, a juzgar por los preliminares, creí ver que los dos tenían más o menos las mismas fantasías. —¡Qué! —dijo Saint—Florent a su amigo—. ¿No te había dicho que tenía un hermoso culo? —¡Sí, pardiez! Su trasero es sublime —dijo el magistrado mientras lo besaba—. He visto muy pocos lomos tan bien torneados. ¡Qué duro, qué fresco!... ¿Cómo es posible con una vida tan agobiada? —Es que jamás se ha entregado por voluntad propia. Ya te lo he dicho, ¡nada tan divertido como las )