Literatura BDSM Historia de O | Página 88

—Ven. Así será más fácil. Se levantó y abrió una puerta situada en la pared frente a la chimenea, simétrica a la de entrada al despacho. O siempre había creído que era una puerta de armario, condenada. Vio un pequeño gabinete recién pintado y tapizado de seda granate, la mitad del cual estaba ocupado por un estrado redondeado con dos columnas, idéntico al estrado de Samois. —Las paredes y el techo están forrados de corcho, la puerta acolchada y hay doble ventana, ¿no? Sir Stephen movió afirmativamente la cabeza. — ¿Y desde cuándo...? —Desde que regresaste. —Entonces, ¿por qué...? — ¿Por qué he esperado hasta hoy? Porque esperaba que pasaras por otras manos además de las mías. Ahora te castigaré por ello. Nunca te he castigado, O. —Soy suya —dijo O—. Castígueme. Cuando venga Eric... Una hora después, al ver a O grotescamente esparrancada entre las dos columnas, el joven palideció, balbuceó y desapareció. O pensaba no volver a verle. Lo encontró en Roissy, a finales de setiembre, donde la exigió tres días seguidos y la maltrató salvajemente.