Literatura BDSM Historia de O | Page 6

desnuda. El asiento está tapizado de molesquín frío y resbaladizo. Da angustia sentirlo pegado a los muslos. Luego, él le dice: —Ahora ponte los guantes. El taxi sigue corriendo y ella no se atreve a preguntar por qué René no se mueve ni dice nada, ni qué significado puede tener para él que ella permanezca inmóvil y muda, interiormente desnuda y accesible, y tan enguantada, en un coche negro que va no se sabe dónde. Él no le ha dado ninguna orden, pero ella no se atreve a cruzar las piernas ni a juntar las rodillas. Apoya las enguantadas ma nos en la banqueta, una a cada lado.— Hemos llegado —dice él de pronto. El taxi se detiene en una hermosa avenida, debajo de un árbol —son plátanos—, ante un chalet que se adivina entre el patio y el jardín, parecido a los del barrio de Saint-Germain. Los faroles están un poco lejos, el interior del coche está a oscuras y fuera llueve. —Quédate quieta —dice René—. No te muevas. Acerca la mano al cu