Literatura BDSM Historia de O | Page 41

escapar, perseguían la suya. La empujaban hacia algo que creía haber dejado para mucho tiempo, tal vez para siempre, en Roissy. Y es que, desde su regreso, René no la había tomado más que con caricias y el símbolo de su pertenencia a todos los que conocieran el secreto de su sortija no había tenido consecuencias; o no encontró a nadie que lo conociera o, si alguien lo conoció, calló. La única persona de quien sospechaba era Jacqueline (y, si Jacqueline había estado en Roissy, ¿por qué no llevaba ella también la sortija? ¿Y qué derecho le daba a Jacqueline, si algún derecho le daba, la participación en aquel secreto?). Para hablar, ¿tendría que moverse? Por su propia voluntad, no podía; una orden la hubiera hecho levantarse al instante, pero esta vez no querían que obedeciese, sino que se adelantase a la orden, que se constituyese en esclava y se entregase. A esto llamaban ellos su consentimiento. Recordó que nunca dijo a René más que «te quiero» y «soy tuya». Al parecer, ahora querían que hablase y aceptara explícitamente lo que hasta entonces aceptara sólo en silencio. Al fin se incorporó y, como si lo que iba a decir la ahogara, desabrochó los corchetes de su jubón hasta el busto. Luego, se levantó. Le temblaban las