Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 83
—Y ahora, si me perdonas…
—No te marchas, ¿verdad?
—No, solo quiero que me hagan un puñetero corte de pelo. En un sitio
donde pueda cerrar los ojos, y que alguien me lave el pelo, y pueda olvidarme de esta
carga tan pesada que va contigo.
Él se pasa la mano por el cabello.
—Puedo hacer que Franco vaya a mi apartamento, o al tuyo —sugiere.
—Es muy atractiva.
Parpadea, un tanto extrañado.
—Sí, mucho.
—¿Sigue casada?
—No. Se divorció hace unos cinco años.
—¿Por qué no estás con ella?
—Porque lo nuestro se acabó. Ya te lo he contado.
De repente arquea una ceja. Levanta un dedo y se saca la BlackBerry del
bolsillo de la americana. Debe de estar en silencio, porque no la he oído sonar.
—Welch —dice sin más, y luego escucha.
Estamos parados en plena Segunda Avenida y yo me pongo a contemplar el
árbol joven que tengo delante, uno verde de hojas ternísimas.
La gente pasa con prisa a nuestro lado, absorta en sus obligaciones propias
de un sábado por la mañana. Pensando en sus problemas personales, sin duda. Me
pregunto si incluirán el acoso de ex sumisas, a ex amas despampanantes y a un hombre
que no tiene ningún respeto por la ley sobre privacidad vigente en Estados Unidos.
—¿Que murió en un accidente de coche? ¿Cuándo?
Christian interrumpe mis ensoñaciones.
Oh, no. ¿Quién? Escucho con más atención.
—Es la segunda vez que ese cabrón no lo ha visto venir. Tiene que saberlo.
¿Es que no siente nada por ella? —Christian, disgustado, menea la cabeza—. Esto
empieza a cuadrar… no… explica el porqué, pero no dónde.
Mira a nuestro alrededor como si buscara algo, y, sin darme cuenta, yo hago
lo mismo. Nada me llama la atención. Solo hay transeúntes, tráfico y árboles.
—Ella está aquí —continúa Christian—. Nos está vigilando… Sí… No.
Dos o cuatro, las veinticuatro horas del día… Todavía no he abordado eso.
Christian me mira directamente.
¿Abordado qué? Frunzo el ceño y me mira con rec V