Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 76

graduación apropiado. Tú me compraste un Audi. —¿De verdad quieres discutir esto? —No. —Bien… pues aquí tienes las llaves. Las deja sobre la cómoda. —¡No me refería a esto! —Fin de la discusión, Anastasia. No me presiones. Le miro airada y entonces se me ocurre una cosa. Cojo el sobre y lo parto en dos trozos, y luego en dos más, y lo tiro a la papelera. Ah, qué bien sienta esto. Christian me observa impasible, pero sé que acabo de prender la mecha y que debería retroceder. Él se acaricia la barbilla. —Desafiante como siempre, señorita Steele —dice con sequedad. Gira sobre sus talones y se va a la otra habitación. Esta no es la reacción que esperaba. Yo me imaginaba una catástrofe a gran escala. Me miro al espejo, encojo los hombros y decido hacerme una cola de caballo. Me pica la curiosidad. ¿Qué estará haciendo Cincuenta? Le sigo a la otra habitación, y veo que está hablando por teléfono. —Sí, veinticuatro mil dólares. Directamente. Me mira, sigue impasible. —Bien… ¿El lunes? Estupendo… No, eso es todo, Andrea. Cuelga el teléfono. —Ingresado en tu cuenta, el lunes. No juegues conmigo. Está enfurecido, pero no me importa. —¡Veinticuatro mil dólares! —casi grito—. ¿Y tú cómo sabes mi número de cuenta? Mi ira coge a Christian por sorpresa. —Yo lo sé todo de ti, Anastasia —dice tranquilamente. —Es imposible que mi coche costara veinticuatro mil dólares. —En principio te daría la razón, pero tanto si vendes como si compras, la clave está en conocer el mercado. Había un lunático por ahí que quería ese cacharro, y estaba dispuesto a pagar esa cantidad de dinero. Por lo visto, es un clásico. Pregúntale a Taylor si no me crees. Lo fulmino con la mirada y él me responde del mismo modo, dos tontos tozudos y enfadados desafiándose con los ojos. Y entonces lo noto: el tirón, esa electricidad entre nosotros, tangible, que nos arrastra a ambos. De pronto él me agarra y me empuja contra la puerta, con su boca sobre la mía, reclamándome con ansia. Con una mano en mi trasero apretándome contra su entrepierna, y con la otra en la nuca tirándome del pelo y la cabeza hacia atrás. Yo enredo los dedos en su cabello y me aferro a él con fuerza. Con la respiración entrecortada, Christian presiona su cuerpo contra el mío, me aprisiona. Le siento. Me