Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 74
—Mirarte.
Deslizo los dedos siguiendo el rastro hacia su vello púbico. Él atrapa mi
mano, entorna los ojos y luego sonríe con su deslumbrante sonrisa de Christian
satisfecho. Entonces me relajo. Mis caricias secretas siguen siendo secretas.
Oh… ¿por qué no me dejarás tocarte?
De pronto se coloca encima de mí, apoyando mi espalda contra el colchón y
sujetándome las manos, a modo de advertencia. Me roza la nariz con la suya.
—Me parece que ha estado haciendo algo malo, señorita Steele —me
acusa, pero sin perder la sonrisa.
—Me encanta hacer cosas malas cuando estoy contigo.
—¿Te encanta? —pregunta, y me besa levemente los labios—. ¿Sexo o
desayuno? —pregunta con sus ojos oscuros, pero rebosantes de humor.
Clava su erección en mí y yo levanto la pelvis para acogerla.
—Buena elección —murmura con los labios pegados a mi cuello, y sus
besos empiezan a trazar un sendero hasta mi pecho.
***
Estoy de pie delante de mi cómoda, mirándome al espejo e intentando dar
algo de forma a mi pelo… pero es demasiado largo. Llevo unos vaqueros y una
camiseta, y detrás de mí Christian, recién duchado, se está vistiendo. Contemplo
ávidamente su cuerpo.
—¿Con qué frecuencia haces ejercicio? —pregunto.
—Todos los días laborables —dice mientras se abrocha la bragueta.
—¿Qué haces?
—Correr, pesas, kickboxing…
Se encoge de hombros.
—¿Kickboxing?
—Sí, tengo un entrenador personal, un ex atleta olímpico que me enseña. Se
llama Claude. Es muy bueno. Te gustará.
Me doy la vuelta para mirarle, mientras empieza a abotonarse la camisa
blanca.
—¿Qué quieres decir con que me gustará?
—Te gustará como entrenador.
—¿Para qué iba a necesitar yo un entrenador personal? Tú ya me mantienes
en forma —le digo en broma.
Se acerca con andar pausado, me rodea con sus brazos, y sus ojos turbios
se encuentran con los míos en el espejo.
—Pero, nena, yo quiero que estés en forma para lo que tengo pensado.
Recuerdos del cuarto de juegos invaden mi mente y me ruborizo. Sí… el
cuarto rojo del dolor es agotador. ¿Va a llevarme allí otra vez? ¿Quiero yo volver allí?
¡Pues claro que quieres!, me grita la diosa que llevo dentro.