Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 60
Sin dejar de mirarme, me separa las piernas con las suyas y se mueve hasta
quedar suspendido sobre mí. Sin apartar sus ojos de los míos, se hunde en mi interior
con un ritmo deliciosamente lento.
Cierro los ojos, deleitándome en la lentitud, en la sensación exquisita de su
posesión, e instintivamente arqueo la pelvis para recibirle, para unirme a él, gimiendo
en voz alta. Él se retira suavemente y vuelve a colmarme muy despacio. Mis dedos
encuentran el camino hasta su pelo sedoso y rebelde, y él sigue moviéndose muy
despacio, dentro y fuera una y otra vez.
—Más rápido, Christian, más rápido… por favor.
Baja la vista, me mira triunfante y me besa con dureza, y luego empieza a
moverse de verdad —catigador, implacable… oh, Dios—, y sé que esto no durará
mucho. Adopta un ritmo palpitante. Yo empiezo a acelerarme, mis piernas se tensan
debajo de él.
—Vamos, nena —gime—. Dámelo.
Sus palabras son mi detonante, y estallo de forma escandalosa, arrolladora,
en un millón de pedazos en torno a él, y él me sigue gritando mi nombre.
—¡Ana! ¡Oh, joder, Ana!
Se derrumba encima de mí, hundiendo la cabeza en mi cuello.