Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 57
—¿Así que vas a suplicar? —susurro, mirando audazmente sus ojos turbios.
—No, Anastasia. —Menea la cabeza—. Nada de súplicas.
Su voz es tenue y seductora.
Y nos quedamos mirándonos el uno al otro, embebiéndonos el uno del
otro… el ambiente se va cargando, casi saltan chispas, sin que ninguno diga nada, solo
mirando. Me muerdo el labio cuando el deseo por ese hombre me domina con ánimo de
venganza, incendia mi cuerpo, me roba el aliento, me inunda de cintura para abajo. Veo
mis reacciones reflejadas en su semblante, en sus ojos.
De golpe, me agarra por las caderas y me arrastra hacia él, mientras yo
hundo las manos en su cabello y su boca me reclama. Me empuja contra la nevera, y
oigo la vaga protesta de la hilera de botellas y tarros en el interior, mientras su lengua
encuentra la mía. Yo jadeo en su boca, y una de sus manos me sujeta el pelo y me echa
hacia atrás la cabeza mientras nos besamos salvajemente.
—¿Qué quieres, Anastasia? —jadea.
—A ti —gimo.
—¿Dónde?
—En la cama.
Me suelta, me coge en brazos y me lleva deprisa y sin aparente esfuerzo a
mi dormitorio. Me deja de pie junto a la cama, se inclina y enciende la luz de la mesita.
Echa una ojeada rápida a la habitación y se apresura a correr las cortinas beis.
—¿Ahora qué? —dice en voz baja.
—Hazme el amor.
—¿Cómo?
Madre mía.
—Tienes que decírmelo, nena.
Por Dios…
—Desnúdame —digo ya jadeando.
Él sonríe, mete el dedo índice en el escote de mi blusa y tira hacia él.
—Buena chica —murmura, y sin apartar sus ardientes ojos de mí, empieza
a desabrocharme despacio.
Con cuidado, apoyo las manos en sus brazos para mantener el equilibrio. Él
no protesta. Sus brazos son una zona segura. Cuando ha terminado con los botones, me
saca la blusa por encima de los hombros, y yo le suelto para dejar que la prenda caiga
al suelo. Él se inclina hasta la cintura de mis vaqueros, desabrocha el botón y baja la
cremallera.
—Dime lo que quieres, Anastasia.
Le centellean los ojos. Separa los labios y respira entrecortadamente.
—Bésame desde aquí hasta aquí —susurro deslizando un dedo desde la
base de la oreja hasta la garganta.
Él me aparta el pelo de esa línea de fuego y se inclina, dejando un rastro de