Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 55
paran y se quedan mirando. Ah, sí, mirad a mi Cincuenta Sombras, pienso con cierto
desaliento.
Le deseo tal como le recuerdo, en mi cama, pero se está haciendo mucho de
rogar. A lo mejor yo debería hacer lo mismo. La diosa que llevo dentro asiente
frenéticamente. Y mientras hago cola, se nos ocurre un plan. Mmm…
Christian entra las bolsas de la compra al apartamento. Ha cargado con
ellas todo el camino desde que salimos de la tienda. Se le ve muy raro, muy distinto de
su porte habitual de presidente.
—Se te ve muy… doméstico.
—Nadie me había acusado de eso antes —dice con sequedad.
Coloca las bolsas sobre la encimera de la isla de la cocina. Mientras yo
empiezo a vaciarlas, él saca una botella de vino y busca un sacacorchos.
—Este sitio aún es nuevo para mí. Me parece que el abridor está en ese
cajón de allí —digo, señalando con la barbilla.
Esto parece tan… normal. Dos personas que se están conociendo, que se
disponen a comer. Y, sin embargo, es tan raro. El miedo que siempre sentía en su
presencia ha desaparecido. Ya hemos hecho tantas cosas juntos que me ruborizo solo
de pensarlo, y aun así apenas le conozco.
—¿En qué estás pensando?
Christian interrumpe mis fantasías mientras se quita la americana de rayas y
la deja sobre el sofá.
—En lo poco que te conozco, en realidad.
Se me queda mirando y sus ojos se apaciguan.
—Me conoces mejor que nadie.
—No creo que eso sea verdad.
De pronto, y totalmente en contra de mi voluntad, la señora Robinson
aparece en mi mente.
—La cuestión, Anastasia, es que soy una persona muy, muy cerrada.
Me ofrece una copa de vino blanco.
—Salud —dice.
—Salud —contesto, y bebo un sorbo mientras él mete la botella en la
nevera.
—¿Puedo ayudarte con eso? —pregunta.
—No, no hace falta… siéntate.
—Me gustaría ayudar.
Parece sincero.
—Puedes picar las verduras.
—No sé cocinar —dice, mirando con suspicacia el cuch