Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 54
trabajar en eso.
Mientras Christian y yo nos miramos fijamente —yo ardiente, molesta y
anhelante, y él, relajado, divirtiéndose a mi costa—, caigo en la cuenta de que no tengo
comida en el piso.
—Podría cocinar algo… pero tendremos que ir a comprar.
—¿A comprar?
—La comida.
—¿No tienes nada aquí?
Se le endurece el gesto.
Yo niego con la cabeza. Dios, parece bastante enfadado.
—Pues vamos a comprar —dice en tono severo y, girando sobre sus
talones, va hacia la puerta y me la abre de par en par.
—¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un supermercado?
Christian parece fuera de lugar, pero me sigue diligentemente, cargando con
la cesta de la compra.
—No me acuerdo.
—¿La señora Jones se encarga de todas las compras?
—Creo que Taylor la ayuda. No estoy seguro.
—¿Te parece bien algo salteado? Es rápido.
—Un salteado suena bien.
Christian sonríe, sin duda imaginando qué hay detrás de mi deseo de
preparar algo rápido.
—¿Hace mucho que trabajan para ti?
—Taylor, cuatro años, me parece. La señora Jones más o menos lo mismo.
¿Por qué no tenías comida en el apartamento?
—Ya sabes por qué —murmuro, ruborizada.
—Fuiste tú quien me dejó —masculla, molesto.
—Ya lo sé —replico en voz muy baja; no quiero que me lo recuerde.
Llegamos a la caja y nos ponemos en la cola sin hablar.
Si no me hubiera ido, ¿me habrías ofrecido la alternativa vainilla?, me
pregunto vagamente.
—¿Tienes algo para beber? —dice, devolviéndome al presente.
—Cerveza… creo.
—Compraré un poco de vino.
Ay, Dios. No estoy segura de qué tipo de vino tienen en el supermercado
Ernie’s. Christian vuelve con las manos vacías y una mueca de disgusto.
—Aquí al lado hay una buena licorería —digo enseguida.
—Veré qué tienen.
Quizá deberíamos ir a su piso, y así no pasaríamos por todo este lío. Le veo
salir por la puerta muy decidido, con su elegancia natural. Dos mujeres que entran se