Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 50
reproches en potencia.
Afortunadamente, nuestro incómodo trayecto en coche no dura mucho, y
Taylor aparca por fin frente a mi apartamento.
Yo salgo a toda prisa del vehículo, sin esperar a que nadie me abra la
puerta.
Oigo que Christian le dice a Taylor entre dientes:
—Creo que más vale que esperes aquí.
Noto que le tengo detrás, mientras rebusco en el bolso intentando encontrar
las llaves de la puerta principal.
—Anastasia —dice co n calma, como si yo fuera una especie de animal
acorralado.
Suspiro y me giro para mirarle a la cara. Estoy tan enfadada con él que mi
rabia es palpable… una criatura tenebrosa que amenaza con ahogarme.
—Primero, hace tiempo que no te follo… mucho tiempo, tal como yo lo
siento; y segundo, quería entrar en el negocio editorial. De las cuatro empresas que hay
Seattle, SIP es la más rentable, pero está pasando por un mal momento y va a
estancarse… necesita diversificarse.
Yo le miro fija, gélidamente. Sus ojos son tan intensos, amenazadores
incluso, pero endiabladamente sexys. Podría perderme en sus grises profundidades.
—Así que ahora eres mi jefe —replico.
—Técnicamente, soy el jefe del jefe de tu jefe.
—Y, técnicamente, esto es conducta inmoral grave: el hecho de que me esté
tirando al jefe del jefe de mi jefe.
—En este momento, estás discutiendo con él —responde Christian irritado.
—Eso es porque es un auténtico gilipollas —mascullo.
Christian, atónito, da un paso hacia atrás. Ay, Dios. ¿He ido demasiado
lejos?
—¿Un gilipollas? —murmura mientras su cara adquiere una expresión
divertida.
¡Maldita sea! ¡Estoy enfadada contigo, no me hagas reír!
—Sí.
Me esfuerzo por mantener mi actitud de ultraje moral.
—¿Un gilipollas? —repite Christian.
Esta vez sus labios se tuercen para disimular una sonrisa.
—¡No me hagas reír cuando estoy enfadada contigo! —grito.
Y él sonríe, enseñando toda la dentadura con esa sonrisa deslumbrante de
muchachote americano, y yo no puedo contenerme. Sonrío y me echo a reír también.
¿Cómo podría no afectarme la alegría que veo en su sonrisa?
—El que tenga una maldita sonrisa estúpida en la cara no significa que no
esté cabreadísima contigo —digo sin aliento, intentando reprimir mi risita tonta de