Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 330

rinde al exquisito placer sensual. Sé lo que le hago, y es placentero, liberador y endiabladamente sexy. La sensación es embriagadora: no solo soy poderosa… soy omnisciente. —Joder —sisea, y me acuna dulcemente la cabeza, flexiona las caderas y penetra mi boca más a fondo. Oh, sí, deseo esto, y rodeo su miembro con la lengua, tiro con firmeza… una y otra vez. —Ana… Intenta echarse atrás. Oh, no, no lo hagas, Grey. Te deseo. Sujeto sus caderas con fuerza duplicando mis esfuerzos, y noto que está a punto. —Por favor —jadea—. Voy a correrme, Ana. Bien. La diosa que llevo dentro echa la cabeza hacia atrás en pleno éxtasis, y él se corre, entre gritos lúbricos, dentro de mi boca. Abre sus brillantes ojos grises, baja la vista hacia mí y yo le miro sonriendo, lamiéndome los labios. Él me devuelve la sonrisa, y es una sonrisa pícara y salaz. —¿Ah, o sea que ahora jugamos a esto, señorita Steele? Se inclina, me coge por las axilas y me pone de pie con fuerza. De pronto su boca está pegada a la mía. Y gruñe lascivamente. —Estoy notando mi propio sabor. El tuyo es mejor —musita pegado a mis labios. De pronto me quita la camiseta y la tira al suelo, me levanta y me arroja sobre la cama. Coge mis pantalones por los bajos y me los quita bruscamente con un solo movimiento. Ahora estoy desnuda y abierta para él en su cama. Esperando. Anhelando. Me saborea con la mirada, y lentamente se quita el resto de la ropa sin apartar los ojos de mí. —Eres una mujer preciosa, Anastasia —murmura con admiración. Mmm… Inclino la cabeza a un lado y le sonrío, coqueta. —Tú eres un hombre precioso, Christian, y sabes extraordinariamente bien. Me sonríe maliciosamente y coge la barra separadora. Me agarra el tobillo izquierdo, lo sujeta rápidamente y aprieta la anilla de la esposa, pero no mucho. Comprueba el espacio que queda, deslizando el meñique entre mi tobillo y el metal. No deja de mirarme a los ojos; no necesita ver lo que está haciendo. Mmm… ya ha hecho esto antes. —Ahora, hemos de comprobar cómo sabe usted. Si no recuerdo mal, es usted una rara y delicada exquisitez, señorita Steele. Oh. Me sujeta el otro tobillo, y me lo esposa también con rapidez y eficacia, de manera que quedan unos sesenta centímetros de separación entre mis pies.