Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | 页面 322
Sonrío muy nerviosa, consciente de tener los ojos muy abiertos y estar
mortalmente pálida.
—¿Qué estás haciendo? —dice suavemente, pero con cierto matiz
inquietante en la voz.
Oh, no. ¿Está enfadado?
—Esto… estaba aburrida y me entró la curiosidad —musito, avergonzada
de que me haya descubierto: dijo que tardaría dos horas.
—Esa es una combinación muy peligrosa.
Se pasa el dedo índice por el labio inferior en actitud pensativa, sin dejar
de mirarme ni un segundo. Yo trago saliva. Tengo la boca seca.
Entra lentamente en la habitación y cierra la puerta sin hacer ruido. Sus ojos
son como una llamarada gris. Oh, Dios. Se inclina con aire indiferente sobre la
cómoda, pero intuyo que es una actitud engañosa. La diosa que llevo dentro no sabe si
es el momento de enfrentarse a la situación o de salir corriendo.
—¿Y, exactamente, sobre qué le entró la curiosidad, señorita Steele? Quizá
yo pueda informarle.
—La puerta estaba abierta… Yo…
Miro a Christian y contengo la respiración, insegura como siempre de cuál
será su reacción o qué debo decir. Tiene la mirada oscura. Creo que se está
divirtiendo, pero es difícil decirlo. Apoya los codos en la cómoda, con la barbilla
entre las manos.
—Hace un rato estaba aquí preguntándome qué hacer con todo esto. Debí
de olvidarme de cerrar.
Frunce el ceño un segundo, como si no echar la llave fuera un error terrible.
Yo arrugo la frente: no es propio de él ser olvidadizo.
—¿Ah?
—Pero ahora tú estás aquí, curiosa como siempre —dice con voz suave,
desconcertado.
—¿No estás enfadado? —musito, prácticamente sin aliento.
Él ladea la cabeza y sus labios se curvan en una mueca divertida.
—¿Por qué iba a enfadarme?
—Me siento como si hubiera invadido una propiedad privada… y tú
siempre te enfadas conmigo —añado bajando la voz, aunque me siento aliviada.
Christian vuelve a fruncir el ceño.
—Sí, la has invadido, pero no estoy enfadado. Espero que un día vivas aquí
conmigo, y todo esto —hace un gesto vago con la mano alrededor de la habitación—
será tuyo también.
¿Mi cuarto de juegos…? Le miro con la boca abierta: la idea cuesta mucho
de digerir.
—Por eso entré aquí antes. Intentaba decidir qué hacer. —Se da golpecitos