Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 321
duchado, me he puesto unos pantalones de chándal y una camiseta míos, y estoy
aburrida. No me apetece leer. Si me quedo quieta, me acuerdo de Jack y de sus dedos
sobre mi cuerpo.
Echo un vistazo a mi antiguo dormitorio, la habitación de las sumisas. José
puede dormir aquí: le gustarán las vistas. Son las ocho y cuarto y el sol está empezando
a ponerse por el oeste. Las luces de la ciudad centellean allá abajo. Es algo
maravilloso. Sí, a José le gustará estar aquí. Me pregunto vagamente dónde colgará
Christian las fotos que me hizo José. Preferiría que no lo hiciera. No me apetece verme
a mí misma.
Salgo de nuevo al pasillo y acabo frente a la puerta del cuarto de juegos, y,
sin pensarlo, intento abrir el pomo. Christian suele cerrarla con llave, pero, para mi
sorpresa, la puerta se abre. Qué raro. Sintiéndome como una niña que hace novillos y
se interna en un bosque prohibido, entro. Está oscuro. Pulso el interruptor y las luces
bajo la cornisa se encienden con un tenue resplandor. Es tal como lo recordaba. Una
habitación como un útero.
Surgen en mi mente recuerdos de la última vez que estuve aquí. El
cinturón… tiemblo al recordarlo. Ahora cuelga inocentemente, alineado junto a los
demás, en la estantería que hay junto a la puerta. Paso los dedos, vacilante, sobre los
cinturones, las palas, las fustas y los látigos. Dios. Esto es lo que necesito aclarar con
el doctor Flynn. ¿Puede alguien que tiene este estilo de vida dejarlo sin más? Parece
muy poco probable. Me acerco a la cama, me siento sobre las suaves sábanas de satén
rojo, y echo una ojeada a todos esos artilugios.
A mi lado está el banco, y encima el surtido de varas. ¡Cuántas hay! ¿No le
bastará solo con una? Bien, cuanto menos sepa de todo esto, mejor. Y la gran mesa. No
sé para qué la usa Christian, nosotros nunca la probamos. Me fijo en el Chesterfield, y
voy a sentarme en él. Es solo un sofá, no tiene nada de extraordinario: no hay nada para
atar a nadie, por lo que puedo ver. Miro detrás de mí y veo la cómoda. Siento
curiosidad. ¿Qué guardará ahí?
Cuando abro el cajón de arriba, noto que la sangre late con fuerza en mis
venas. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Tengo la sensación de estar haciendo algo ilícito,
como si invadiera una propiedad privada, cosa que evidentemente estoy haciendo.
Pero si él quiere casarse conmigo, bueno…
Dios santo, ¿qué es todo esto? Una serie de instrumentos y extrañas
herramientas —no tengo ni idea de qué son ni para qué sirven— están dispuestos
cuida F