Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 315

—¿Qué? —Los e-mails que te he enviado. Quería saber dónde estaban los e-mails que tú me has enviado a mí. La mirada de Christian se torna asesina. Maldita sea. —¡Joder! —masculla, y me mira con los ojos entornados. Marca un número en su Blackberry. Oh, no. Me he metido en un buen lío. ¿A quién telefonea? —Barney. Soy Grey. Necesito que accedas al servidor central de SIP y elimines todos los e-mails que me ha enviado Anastasia Steele. Después accede a los archivos personales de Jack Hyde para comprobar que no están almacenados allí. Si lo están, elimínalos… Sí, todos. Ahora. Cuando esté hecho, házmelo saber. Pulsa el botón de cortar llamada y luego marca otro número. —Roach. Soy Grey. Hyde… le quiero fuera. Ahora. Ya. Llama a seguridad. Haced que vacíe inmediatamente su mesa, o lo primero que haré mañana a primera hora es liquidar esta empresa. Esos son todos los motivos que necesitas para darle la carta de despido. ¿Entendido? Se queda escuchando un momento y luego cuelga, aparentemente satisfecho. —La BlackBerry… —sisea entre dientes. —Por favor, no te enfades conmigo. —Ahora mismo estoy muy enfadado contigo —gruñe, y vuelve a pasarse la mano por el pelo—. Entra en el coche. —Christian, por favor… —Entra en el jodido coche, Anastasia. No me obligues a tener que meterte yo personalmente —me amenaza, con los ojos centelleantes de ira. Maldita sea. —No hagas ninguna tontería, por favor —le suplico. —¡Tonterías! —explota—. Te dije que usaras tu jodida BlackBerry. A mí no me hables de tonterías. Entra en el puto coche, Anastasia… ¡Ahora! —brama, y yo me estremezco de miedo. Este es el Christian furioso. Nunca le he visto tan enfadado. Apenas puede controlarse. —Vale —musito, y se apacigua—. Pero, por favor, ve con cuidado. Él aprieta los labios, convertidos ahora en una fina línea, y señala airado hacia el coche, mirándome fijamente. Vaya, vale…Ya lo he captado. —Por favor, ve con cuidado. No quiero que te pase nada. Me moriría — murmuro. Él parpadea y se tranquiliza, bajando el brazo e inspirando profundamente. —Iré con cuidado —dice, y su mirada se dulcifica.