Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Página 305
Por Dios… ¿Qué he hecho?
Me doy la vuelta y salgo de su despacho, y por un momento creo que voy a
llorar. ¿Por qué de repente siente tanta aversión hacia mí? Me viene a la mente una
idea muy desagradable, pero la ignoro. Ahora mismo no necesito pensar en sus
tonterías… bastante tengo con lo mío.
Salgo del edificio en dirección al Starbucks más cercano, pido un café con
leche y me siento junto a la ventana. Saco el iPod del bolso y me pongo los auriculares.
Escojo una canción al azar y pulso el botón de repetir para que suene una y otra vez.
Necesito música para pensar.
Dejo vagar mi mente. Christian el sádico. Christian el sumiso. Christian el
intocable. Los impulsos edípicos de Christian. Christian bañando a Leila. Esta última
imagen me atormenta, y gimo y cierro los ojos.
¿Realmente puedo casarme con este hombre? Eso implica aceptar muchas
cosas. Él es complejo y difícil, pero en mi fuero interno sé que no quiero dejarle, a
pesar de todos sus conflictos. Nunca podría dejarle. Le amo. Sería como cortarme un
brazo.
Nunca me había sentido tan viva, tan vital como ahora mismo. Desde que le
conocí he descubierto todo tipo de sentimientos profundos y desconcertantes, y
experiencias nuevas. Con Cincuenta nunca hay momentos de aburrimiento.
Recuerdo mi vida antes de Christian, y es como si todo fuera en blanco y
negro, como los retratos de José. Ahora mi vida entera es en colores saturados, ricos y
brillantes. Estoy planeando sobre un rayo de luz deslumbrante, la luz deslumbrante de
Christian. Sigo siendo Ícaro, volando demasiado cerca de mi sol. Suelto un resoplido
interno. Volar con Christian… ¿quién puede resistirse a un hombre que puede volar?
¿Puedo abandonarle? ¿Quiero abandonarle? Es como si él hubiera pulsado
un interruptor que me iluminara por dentro. Conocerle ha sido todo un proceso de
aprendizaje. He descubierto más sobre mí misma en las últimas semanas que en toda
mi vida anterior. He aprendido sobre mi cuerpo, mis límites infranqueables, mi
tolerancia, mi paciencia, mi compasión y mi capacidad para amar.
Y entonces la idea me impacta con la fuerza de un rayo. Esto es lo que él
necesita de mí, a lo que tiene derecho