Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 296
ciento lasciva. Oh, es tan tentador… La diosa que llevo dentro hace un mohín
provocativo.
—No, Christian. No puedo. Yo no soy un presidente megalómano con una
sonrisa preciosa que puede entrar y salir a su antojo.
—Me gusta entrar y salir a mi antojo.
Despliega su gloriosa sonrisa un poco más, de manera que ahora aparece en
IMAX de alta definición.
—¡Christian! —le riño.
Y le tiro la toalla, y se echa a reír.
—¿Una sonrisa preciosa, eh?
—Sí, y ya sabes el efecto que tiene en mí.
Me pongo el reloj.
—¿Efecto? —parpadea con aire inocente.
—Sí, lo sabes. El mismo efecto que tiene en todas las mujeres. La verdad
es que resulta muy cansino ver cómo todas se derriten.
—¿Ah, sí?
Arquea una ceja y me mira. Se está divirtiendo mucho.
—No se haga el inocente, señor Grey. La verdad es que no te va nada —le
digo distraídamente, mientras me recojo el pelo en una cola de caballo y me calzo mis
zapatos de tacón alto.
Ya está. Así voy bien.
Cuando voy a darle un beso de despedida, él me coge y me tira de nuevo en
la cama, y se inclina sobre mí, sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan guapo: esos ojos
que brillan traviesos, ese pelo alborotado que le queda después de hacer el amor, esa
sonrisa fascinante. Ahora tiene ganas de jugar.
Yo estoy cansada, la cabeza todavía me da vueltas por todas las cosas que
averigüé ayer, mientras que él está fresco como una rosa y de lo más sexy. Oh, es
exasperante… mi Cincuenta.
—¿Qué puedo hacer para tentarte a quedarte? —dice en voz baja.
Siento un pálpito en el corazón y empieza a latirme con fuerza. Es la
tentación personificada.
—No puedes —refunfuño, forcejeando para incorporarme—. Déjame ir.
Él hace un mohín y desiste. Sonriendo, paso los dedos sobre sus labios
esculpidos… mi Cincuenta Sombras. Le quiero tanto, con toda la oscuridad de su
devastada existencia. Ni siquiera he empezado a procesar los acontecimientos de ayer
ni cómo me siento al respecto.
Alzo la cabeza para besarle, agradecida por haberme lavado los dientes. Él
me besa fuerte y largamente, y luego de repente me coge y me levanta, dejándome
aturdida, sin aliento y temblorosa.
—Taylor te llevará. Llegarás antes si no tienes que buscar aparcamiento.