Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 280

todas nos parecemos. Lo primero que pienso es que Leila tenía razón: «El Amo es oscuro». Recuerdo la primera conversación que tuve con él sobre sus tendencias, cuando estábamos en el cuarto rojo del dolor. —Tú dijiste que no eras un sádico —musito, en un desesperado intento por comprenderle… por encontrar alguna excusa que le justifique. —No, yo dije que era un Amo. Si te mentí fue por omisión. Lo siento. Baja la vista por un instante a sus uñas perfectamente cuidadas. Creo que está avergonzado. ¿Avergonzado por haberme mentido? ¿O por lo que es? —Cuando me hiciste esa pregunta, yo tenía en mente que la relación entre ambos sería muy distinta —murmura. Y su mirada deja claro que está aterrado. Entonces caigo de golpe en la cuenta. Si es un sádico, necesita realmente todo eso de los azotes y los castigos. Por Dios, no. Me cojo la cabeza entre las manos. —Así que es verdad —susurro, alzando la vista hacia él—. Yo no puedo darte lo que necesitas. Eso es… eso significa que realmente somos incompatibles. El mundo se abre bajo mis pies, todo se desmorona a mi alrededor mientras el pánico atenaza mi garganta. Se acabó. No podemos seguir con esto. Él frunce el ceño. —No, no, no, Ana. Sí que puedes. Tú me das lo que yo necesito. —Aprieta los puños—. Créeme, por favor —murmura, y sus palabras suenan como una plegaria apasionada. —Ya no sé qué creer, Christian. Todo esto es demasiado complicado — murmuro, y siento escozor y dolor en la garganta, ahogada por las lágrimas que no derramo. Cuando vuelve a mirarme, tiene los ojos muy abiertos y llenos de luz. —Ana, créeme. Cuando te castigué y después me abandonaste, mi forma de ver el mundo cambió. Cuando dije que haría lo que fuera para no volver a sentirme así jamás, no hablaba en broma. —Me observa angustiado, suplicante—. Cuando dijiste que me amabas, fue como una revelación. Nadie me había dicho eso antes, y fue como si hubiera enterrado parte de mi pasado… o como si tú lo hubieras hecho por mí, no lo sé. Es algo que el doctor Flynn y yo seguimos analizando a fondo. Oh. Una chispa de esperanza prende en mi corazón. Quizá lo nuestro pueda funcionar. Yo quiero que funcione. ¿Lo quiero de verdad? —¿Qué intentas decirme? —musito. —Lo que quiero decir es que ya no necesito nada de todo eso. Ahora no. ¿Qué? —¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan seguro?