Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 261

Cuelgo. Apago el ordenador y cojo el bolso y mi chaqueta beis. —Me voy, Jack —le aviso. —Muy bien, Ana. ¡Gracias por lo de hoy! Que lo pases bien. —Tú también. ¿Por qué no puede ser así siempre? No le entiendo. El Audi está aparcado junto al bordillo, y cuando me acerco Christian baja del coche. Se ha quitado la americana, y lleva esos pantalones grises que le sientan tan bien, mis favoritos. ¿Cómo puede ser para mí este dios griego? Y me encuentro sonriendo como una idiota ante su sonrisita tonta. Lleva todo el día comportándose como un novio enamorado… enamorado de mí. Este hombre adorable, complejo e imperfecto está enamorado de mí, y yo de él. De pronto siento en mi interior un gran estallido de júbilo, y saboreo este fugaz momento en el que me siento capaz de conquistar el mundo. —Señorita Steele, está usted tan fascinante como esta mañana. Christian me atrae hacia él y me besa intensamente. —Usted también, señor Grey. —Vamos a buscar a tu amigo. Me sonríe y me abre la puerta del coche. Mientras Taylor nos lleva hacia el apartamento, Christian me habla del día que ha tenido, mucho mejor que el de ayer, por lo visto. Le miro arrobada mientras intenta explicarme el enorme paso adelante que ha dado el departamento de ciencias medioambientales de la WSU en Vancouver. Apenas comprendo el significado de sus palabras, pero me cautivan su pasión y su interés por ese tema. Quizá así es como será nuestra relación: habrá días malos y días buenos, y si los buenos son como este, no pienso tener ninguna queja. Me entrega una hoja. —Estas son las horas que Claude tiene libres esta semana —dice. ¡Ah! El preparador. Cuando nos acercamos al edificio de mi apartamento, saca su BlackBerry del bolsillo. —Grey —contesta—. ¿Qué pasa, Ros? Escucha atentamente, y veo que la conversación será larga. —V a buscar a Ethan. Serán dos minutos —articulo en silencio, oy levantando dos dedos. Él asiente; es obvio que está muy enfrascado en la conversación. Taylor me abre la puerta con una sonrisa afable. Yo le correspondo; incluso Taylor lo nota. Pulso el timbre del interfono y grito alegremente: —Hola, Ethan, soy yo. Ábreme. La puerta se abre con un zumbido y subo las escaleras hasta el apartamento. Caigo en la cuenta de que no he estado aquí desde el sábado por la mañana. Parece que