Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 249

que quieras verle entre semana, a primera hora de la mañana. Le pediré a Andrea que consulte su horario y te lo diga. —¿Andrea? —Mi asistente personal. Ah, sí. —Una de tus muchas rubias —bromeo. —No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mía. —Yo trabajo para ti —murmuro en tono mordaz. Él sonríe, como si lo hubiera olvidado. —Eso también —replica, y su sonrisa se ensancha de forma contagiosa. —Quizá Claude pueda enseñarme kickboxing —le advierto. —¿Ah, sí? ¿Para enfrentarte a mí con más garantías? —Christian levanta una ceja, divertido—. Pues adelante, señorita Steele. Ahora se le ve tan condenadamente feliz, comparado con el mal humor de anoche cuando se fue Elena, que me desarma totalmente. A lo mejor es por todo el sexo… a lo mejor es eso lo que le pone tan contento. Echo un vistazo al piano a nuestra espalda, y me deleito en el recuerdo de anoche. —Has vuelto a levantar la tapa del piano. —La bajé anoche para no molestarte. Por lo visto no funcionó, pero me alegro. Christian esboza una sonrisa lasciva mientras se lleva un trozo de tortilla a los labios. Yo me pongo de todos los colores y le devuelvo la sonrisa. Oh sí… esos gloriosos momentos sobre el piano. La señora Jones se inclina sobre la barra y me coloca delante una bolsa de papel con mi almuerzo, y yo me sonrojo, avergonzada. —Para después, Ana. De atún, ¿vale? —Sí, sí. Gracias, señora Jones. Le sonrió con timidez. Ella me devuelve una sonrisa afectuosa y abandona la estancia. Para proporcionarnos un poco de intimidad, supongo. Me vuelvo hacia Christian. —¿Puedo preguntarte una cosa? Su expresión divertida se esfuma. —Claro. —¿Y no te enfadarás? —¿Es sobre Elena? —No. —Entonces no me enfadaré. —Pero ahora tengo una pregunta adicional.