Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 246
Dibuja un rastro de besos a través de mi vientre, sus manos recorren mis
muslos hacia arriba, rozando, masajeando, seduciendo. Me rodea el ombligo con la
lengua, mientras sus manos —y sus pulgares… oh, sus pulgares— llegan a la cúspide
de mis muslos.
—¡Ah! —grito cuando uno de ellos penetra en mi interior.
El otro me acosa, despacio, de forma agónica, trazando círculos una y otra
vez. Mi espalda se arquea y se separa de la tapa del piano, y me retuerzo bajo sus
caricias. Es casi insoportable.
—¡Christian! —grito, y me sumerjo en una espiral descontrolada de deseo.
Él se apiada de mí y se para. Me levanta los pies del teclado, me empuja y
me desliza sobre la tapa del piano. El satén resbala con suavidad, y él también se sube.
Se arrodilla un momento para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y yo jadeo, le
miro con anhelo febril, y me doy cuenta de que está desnudo. ¿Cuándo se ha quitado la
ropa?
Él baja la mirada hacia mí con ojos asombrados, maravillados de amor y
pasión, y resulta embriagador.
—Te deseo tanto —dice y muy despacio, de forma exquisita, se hunde en
mí.
Estoy tumbada sobre él, exhausta, siento las extremidades pesadas y
lánguidas. Ambos estamos encima del piano. Oh, Dios. Es mucho más cómodo estar
encima de Christian que sobre el piano. Con cuidado de no tocarle el torso, apoyo la
mejilla en él y me quedo inmóvil. No protesta, y escucho