Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 231
en este ascensor con él. Le deseo… ahora.
—Yo creo que sí, señorita Steele. Yo creo que le gusta volverme loco.
—¿Yo te vuelvo loco? —susurro.
—En todos los sentidos, Anastasia. Eres una sirena, una diosa.
Y se acerca, me coge una pierna por encima de la rodilla y se la coloca
alrededor de la cintura, de modo que ahora estoy de pie sobre una pierna y apoyada
contra él. Le siento pegado a mí, le noto duro y anhelante sobre el vértice de mis
muslos, mientras desliza los labios por mi garganta. Gimo y le rodeo el cuello con los
brazos.
—V a tomarte ahora —masculla, y, en respuesta, arqueo la espalda y me
oy
pego a él, anhelando el contacto.
Del fondo de su garganta surge un quejido ronco y quedo, y cuando se
desabrocha la cremallera me excito aún más.
—Abrázame fuerte, nena —murmura, y como por arte de magia saca un
envoltorio plateado que sostiene frente a mi boca.
Yo lo cojo con los dientes, él tira, y lo rasgamos entre los dos.
—Buena chica. —Se aparta ligeramente para ponerse el condón—. Dios,
estos próximos seis días se me van a hacer eternos —dice con un gruñido, y me mira
con los ojos entreabiertos—. Espero que no les tengas demasiado cariño a estas
medias.
Las rasga con dedos expertos y se desintegran entre sus manos. La sangre
bombea frenética por mis venas y jadeo de deseo.
Sus palabras son embriagadoras, y olvido la angustia que he pasado durante
el día. Y solo somos él y yo, haciendo lo que mejor hacemos. Sin apartar sus ojos de
mí, Christian se hunde despacio en mi interior. Mi cuerpo cede y echo la cabeza hacia
atrás, con los ojos cerrados, gozando de sentirle dentro. Él se retira y entra de nuevo,
muy lento, muy suave. Gimo.
—Eres mía, Anastasia —susurra pegado a mi cuello.
—Sí. Tuya. ¿Cuándo te convencerás? —jadeo.
Él gruñe y empieza a moverse, a moverse de verdad. Y yo sucumbo a su
ritmo incesante, saboreo cada embestida, hacia delante y hacia atrás, su respiración
entrecortada, su necesidad de mí reflejando la mía de él.
Esto hace que me sienta poderosa, fuerte, deseada, amada… amada por este
hombre fascinante, complicado, a quien yo también amo con todo mi corazón. Él
empuja más y más fuerte, sin aliento, y se pierde en mí mientras yo me pierdo en él.
—Oh, nena —gime Christian, rozándome el mentón con los dientes, y
alcanzo un intenso orgasmo. Él se para, me sujeta fuerte, y también llega al clímax
mientras susurra mi nombre.
Ahora que Christian, exhausto y tranquilo, ha recuperado el aliento, me
besa con ternura. Me mantiene de pie contra la pared del ascensor, tenemos las frentes