Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 230
grises inescrutables. Oh, está sencillamente guapísimo, con el pelo alborotado, la
camisa blanca, el traje oscuro. Y de repente ahí está, surgida de la nada, esa sensación.
Oh, Dios… el anhelo, el deseo, la electricidad. Si fuera visible, sería una intensa aura
azul a nuestro alrededor y extendiéndose entre los dos; es algo muy fuerte. Él me mira y
separa los labios.
—¿Tú lo sientes? —musita.
—Sí.
—Oh, Ana.
Con un leve gruñido, me agarra y sus brazos se deslizan a mi alrededor, y
poniendo una mano en mi nuca inclina mi cabeza hacia atrás, mientras sus labios
buscan los míos. Hundo los dedos en su cabello y le acaricio la mejilla, mientras él me
empuja contra la pared del ascensor.
—Odio discutir contigo —jadea pegado a mi boca, y su beso tiene una
cualidad de pasión y desespero que es un reflejo de lo que yo siento.
El deseo estalla en mi cuerpo, toda la tensión del día buscando una salida,
presionando contra él, exigiendo más. Somos solo lenguas y aliento y manos y caricias,
y una sensación dulce, muy dulce. Pone la mano en mi cadera y me levanta la falda,
bruscamente. Sus dedos me acarician los muslos.
—Santo Dios, llevas medias —masculla con asombro reverente, mientras
con el pulgar me acaricia la piel por encima de la línea de la media—. Quiero ver esto
—suspira, y me levanta completamente la falda, descubriendo la parte superior de mis
muslos.
Da un paso atrás y aprieta el botón de parada, y el ascensor se detiene poco
a poco entre los pisos veintidós y veintitrés. Tiene los ojos turbios, los labios
entreabiertos y respira con dificultad, como yo. Nos miramos fijamente, sin tocarnos.
Yo agradezco el sostén de la pared que tengo detrás, mientras me deleito en el
atractivo sensual y carnal de este hermoso hombre.
—Suéltate el pelo —ordena con voz ronca. Yo levanto la mano y libero mi
melena, que cae como una nube densa alrededor de los hombros hasta mis senos—.
Desabróchate los dos botones de arriba de la blusa —murmura, con los ojos muy
abiertos.
Me hace sentir tan lasciva… Alargo una mano ansiosa y desabrocho los dos
botones, y la parte superior de mis pechos queda seductoramente a la vista.
Él traga saliva.
—¿Tienes idea de lo atractiva que estás ahora mismo?
Yo me muerdo el labio con toda la intención. Él cierra un segundo los ojos,
y luego vuelve a abrirlos, ardientes. Avanza y apoya las manos en las paredes del
ascensor, a ambos lados de mi cara. Está todo lo cerca que puede, sin tocarme.
Levanto el rostro para mirarle a los ojos, y él se inclina y me acaricia la
nariz con la suya: ese es el único contacto entre los dos. Estoy tan excitada, encerrada