Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 23
momentáneamente.
Se da la vuelta y se dirige al mostrador de recepción.
¿Qué le pasa ahora? Anonadada, le veo charlar animadamente con la
señorita de cabello muy corto y carmín rojo. Saca la cartera y entrega una tarjeta de
crédito.
Dios mío. Debe de haber comprado una de las fotografías.
—Hola, tú eres la musa. Son unas fotos fantásticas.
Es un chico con una melena rubia y brillante, que me sobresalta. Noto una
mano en el codo: es Christian, ha vuelto.
—Eres un tipo con suerte.
El melenas rubio sonríe a Christian, que le mira con frialdad.
—Pues sí —masculla de mal humor, y me lleva aparte.
—¿Acabas de comprar una de estas?
—¿Una de estas? —replica, sin dejar de mirarlas.
—¿Has comprado más de una?
Pone los ojos en blanco.
—Las he comprado todas, Anastasia. No quiero que un desconocido se te
coma con los ojos en la intimidad de su casa.
Mi primera reacción es reírme.
—¿Prefieres ser tú? —inquiero.
Se me queda mirando. Mi audacia le ha cogido desprevenido, creo, pero
intenta disimular que le hace gracia.
—Francamente, sí.
—Pervertido —le digo, y me muerdo el labio inferior para no sonreír.
Se queda con la boca abierta; ahora es obvio que esto le divierte. Se rasca
la barbilla, pensativo.
—Eso no puedo negarlo, Anastasia.
Mueve la cabeza con una mirada más dulce, risueña.
—Me gustaría hablarlo contigo luego, pero he firmado un acuerdo de
confidencialidad.
Suspira, y su expresión se ensombrece al mirarme.
—Lo que me gustaría hacerle a esa lengua tan viperina.
Jadeo, sé muy bien a qué se refiere.
—Eres muy grosero.
Intento parecer escandalizada y lo consigo. ¿Es que no conoce límites?
Me sonríe con ironía, y después tuerce el gesto.
—Se te ve muy relajada en esas fotos, Anastasia. Yo no suelo verte así.
¿Qué? ¡Vaya! Cambio de tema —sin la menor lógica— de las bromas a la
seriedad.
Me ruborizo y bajo la mirada. Me echa la cabeza hacia atrás, e inspiro