Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 22
Christian esconde el rictus. Yo doy un paso atrás, pero él me sujeta la mano
y me pone a su lado. El fotógrafo nos mira a ambos, incapaz de disimular la sorpresa.
—Gracias, señor Grey. —Dispara un par de fotos—. ¿Señorita…? —
pregunta.
—Steele —contesto.
—Gracias, señorita Steele.
Y se marcha a toda prisa.
—Busqué en internet fotos tuyas con alguna chica. No hay ninguna. Por eso
Kate creía que eras gay.
Los labios de Christian esbozan una sonrisa.
—Eso explica tu inapropiada pregunta. No. Yo no salgo con chicas,
Anastasia… solo contigo. Pero eso ya lo sabes —dice con ojos vehementes, sinceros.
—¿Así que nunca sales por ahí con tus… —miro alrededor inquieta para
comprobar que nadie puede oírnos—… sumisas?
—A veces. Pero eso no son citas. De compras, ya sabes.
Encoge los hombros sin dejar de mirarme a los ojos.
Ah, o sea que solo en el cuarto de juegos… su cuarto rojo del dolor y su
apartamento. No sé qué sentir ante eso.
—Solo contigo, Anastasia —susurra.
Yo enrojezco y me miro los dedos. A su manera, le importo.
—Este amigo tuyo parece más un fotógrafo de paisajes que de retratos.
Vamos a ver.
Me tiende la mano y yo la acepto.
Damos una vuelta, vemos varias obras más, y me fijo en una pareja que me
saluda con un gesto de la cabeza y una sonrisa enorme, como si me conocieran. Debe
de ser porque estoy con Christian, pero el chico me mira con total descaro. Es extraño.
Damos la vuelta a la esquina y entonces veo por qué la gente me ha estado
mirando de esa forma tan rara. En la pared del fondo hay colgados siete enormes
retratos… míos.
Empalidezco de golpe y me los quedo mirando atónita, estupefacta. Yo:
haciendo pucheros, riendo, frunciendo el ceño, seria, risueña. Son todos primeros
planos enormes, todos en blanco y negro.
¡Vaya! Recuerdo a José trajinando por ahí con la cámara cuando vino a
verme un par de veces, y cuando había ido con él para hacer de chófer y de ayudante.
Yo creía que eran simples instantáneas. No fotos ingenuamente robadas.
Petrificado, Christian mira fijamente todas las fotografías, una por una.
—Por lo visto no soy el único —musita en tono enigmático, con los labios
apretados.
Creo que está enfadado.
—Perdona —dice, y su centelleante mirada gris me deja paralizada