Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 227
reacción?
—Sigo enfadada contigo, pero nada más —susurro—. Tenemos que hablar
de muchas cosas.
—Lo sé. Nos vemos a las siete y media.
Jack sale de su despacho.
—Tengo que dejarte. Hasta luego.
Cuelgo.
Miro a Jack, que se acerca con aire despreocupado hacia mí.
—Necesito que hagas un par de cambios. Ya te he vuelto a enviar el
informe.
Mientras guardo el documento, se inclina sobre mí, muy cerca…
incómodamente cerca. Me roza el brazo con el suyo. ¿Por accidente? Yo retrocedo,
pero él finge no darse cuenta. Su otra mano descansa en el respaldo de mi silla y me
toca la espalda. Yo me incorporo para no apoyarme en el respaldo.
—Páginas dieciséis y veintitrés, y ya estará —murmura con la boca a unos
centímetros de mi oreja.
Su proximidad me produce una sensación desagradable en la piel, pero
procuro ignorarla. Abro el documento y empiezo a introducir los cambios, nerviosa. Él
sigue inclinado sobre mí, y todos mis sentidos están en alerta máxima. Resulta muy
molesto e incómodo, y por dentro estoy chillando: ¡Apártate!
—En cuanto esto esté hecho, ya se podrá imprimir. Ya organizarás eso
mañana. Gracias por quedarte hasta tarde para terminarlo, Ana.
Su voz es suave, amable, como si estuviera acechando a un animal herido.
Se me revuelve el estómago.
—Creo que lo mínimo que puedo hacer es recompensarte con una copa
rápida. Te la mereces.
Me coloca detrás de la oreja un mechón de pelo que se ha desprendido del
recogido, y me acaricia suavemente el lóbulo.
Yo me encojo, apretando los dientes, y aparto la cabeza. ¡Maldita sea!
Christian tenía razón. No me toques.
—De hecho, esta noche no puedo.
Ni ninguna otra noche, Jack.
—¿Solo una rápida? —intenta persuadirme.
—No, no puedo. Pero gracias.
Jack se sienta en el borde de mi mesa y frunce el ceño. En el interior de mi
cabeza suena con fuerza una alarma. Estoy sola en la oficina. No puedo marcharme.
Inquieta, echo un vistazo al reloj. Faltan cinco minutos para que llegue Christian.
—Yo creo que formamos un gran equipo, Ana. Siento no haber podido
conseguir lo del viaje a Nueva York. No será lo mismo sin ti.
Seguro que no. Sonrío débilmente, porque no se me ocurre qué decir. Y por