Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 212

el cabello, mientras con el codo me presiona la espalda hacia abajo. Estoy completamente indefensa. —Abre las piernas —murmura, y yo vacilo un momento. Y él me pega fuerte… ¡con la regla! El ruido es más fuerte que el dolor, y me coge por sorpresa. Jadeo, y vuelve a pegarme. —Las piernas —ordena. Abro las piernas, jadeando. La regla me golpea de nuevo. Ay… escuece, pero el chasquido contra la piel suena peor de lo que es en realidad. Cierro los ojos y absorbo el dolor. No es demasiado terrible, y la respiración de Christian se intensifica. Me pega una y otra vez, y gimo. No estoy segura de cuántos azotes más podré soportar… pero el oírle, saber lo excitado que está, alimenta mi propio deseo y mi voluntad de seguir. Estoy pasando al lado oscuro, a un lugar de mi psique que no conozco bien, pero que ya he visitado antes, en el cuarto de juegos… con la experiencia Tallis. La regla vuelve a golpearme, y gimo en voz alta. Y Christian responde con un gruñido. Me pega otra vez… y otra… y una más… más fuerte esta vez… y hago un gesto de dolor. —Para. La palabra sale de mi boca antes de darme cuenta de que la he dicho. Christian deja la regla inmediatamente y me suelta. —¿Ya basta? —Sí. —Ahora quiero follarte —dice con voz tensa. —Sí —murmuro, anhelante. Él se desabrocha la cremallera, mientras yo gimo tumbada sobre la mesa, sabiendo que será brusco. Me maravilla una vez más cómo he llevado —y sí, disfrutado— lo que ha hecho hasta este momento. Es muy turbio, pero es muy él. Desliza dos dedos dentro de mí y los mueve en círculos. La sensación es exquisita. Cierro los ojos, deleitándome con la sensación. Oigo cómo rasga el envoltorio, y ya está detrás de mí, entre mis piernas, separándolas más. Se hunde en mi interior lentamente. Sujeta con firmeza mis caderas, vuelve a salir de mí, y esta vez me penetra con fuerza haciéndome gritar. Se queda quieto un momento. —¿Otra vez? —dice en voz baja. —Sí… estoy bien. Déjate llevar… llévame contigo —murmuro sin aliento. Con un quejido ronco, sale de nuevo y entra de golpe en mí, y lo repite una y otra vez lentamente, con un ritmo deliberado de castigo, brutal, celestial. Oh… Mis entrañas empiezan a acelerarse. Él lo nota también, e incrementa el ritmo, empuja más, más deprisa, con mayor dureza… y sucumbo, y exploto en torno a él en un orgasmo devastador que me arrebata el alma y me deja exhausta y derrotada.